El reciente partido de playoffs de la NFL entre los Kansas City Chiefs y los Miami Dolphins, celebrado en el Arrowhead Stadium en enero, ha cobrado un precio inesperado para algunos de sus asistentes. La contienda, que se llevó a cabo bajo una temperatura de -4°F (-20°C), no solo rompió el récord del juego más frío en la historia del estadio, sino que también resultó en graves consecuencias para la salud de los aficionados. Varios de ellos han tenido que enfrentarse a amputaciones de dedos de manos y pies tras sufrir congelaciones, una realidad sombría detrás de la pasión por el fútbol americano.
Los hospitales de la región, incluido el Centro Médico Research y el Hospital de la Universidad de Kansas, reportaron haber tratado a docenas de víctimas de congelación durante una ola de frío de 11 días en enero, coincidiendo con el partido. Aunque el hospital no proporcionó cifras exactas, se sabe que al menos doce personas, incluyendo a algunos asistentes al juego, han tenido que someterse a procedimientos de amputación, y se esperan más cirugías a medida que las lesiones sigan evolucionando.

La intensidad del frío, exacerbada por rachas de viento que hicieron sentir la temperatura aún más baja, representó un riesgo severo incluso para aquellos preparados para las condiciones. La NFL y el Arrowhead Stadium permitieron medidas especiales como mantas térmicas y cartones para aislar los pies del frío del concreto, pero incluso estas precauciones no fueron suficientes para prevenir las congelaciones en algunos casos.
Este incidente plantea serias preguntas sobre la seguridad de los eventos deportivos en condiciones climáticas extremas y el nivel de preparación y precauciones necesarias para proteger a los asistentes. Mientras que el juego se llevó a cabo sin alteraciones a pesar de las advertencias del Servicio Nacional de Meteorología sobre el peligro del frío extremo, las consecuencias a largo plazo para algunos aficionados marcarán un precedente en la organización de futuros eventos en condiciones similares.