Un equipo de 54 investigadores ha analizado durante más de 40 años a más de 2,000 comunidades de plantas distribuidas en 45 sitios desde el Ártico canadiense hasta Alaska y Escandinavia. El estudio, cuyos resultados fueron divulgados en Nature el 1 de mayo de 2025, expone el impacto directo del calentamiento global en los ecosistemas árticos.
El informe destaca que el Ártico experimenta un calentamiento cuatro veces más veloz que el promedio mundial. Esta aceleración ha generado un aumento significativo en la cobertura de arbustos y gramíneas, desplazando a especies como cottongrass, musgos y líquenes por la competencia por recursos como la luz. Los arbustos, ejemplificados por el sauce, están alcanzando mayor altura y dominando áreas antes ocupadas por plantas con flores. Como resultado, estas últimas han visto reducida su presencia.
El análisis incluyó 42,234 registros de 2,174 parcelas, abarcando 490 especies de plantas vasculares. El seguimiento muestra que el 99% de las parcelas estudiadas presentó cambios en la composición de sus especies, con una rotación temporal promedio de 0.22 según el índice Jaccard y 0.36 por Bray-Curtis. Este alto grado de recambio es revelador de la velocidad y magnitud de los cambios observados.
En cuanto a la riqueza de especies, los sitios con temperaturas más altas reportaron incrementos, calculando que por cada 2 °C adicionales en el trimestre más cálido, se suma una especie en promedio. En cada parcela, persistieron en promedio 5.49 especies; se incorporaron 1.84 nuevas y se perdieron 1.67. A pesar de que la variedad puede incrementarse, los científicos subrayan que los ecosistemas árticos siguen siendo frágiles, por lo que estas alteraciones pueden tener impactos considerables en la fauna dependiente de estas plantas.
El estudio detectó una vinculación directa entre el aumento de la cobertura de arbustos y la disminución tanto de la riqueza como de la uniformidad de especies. Las parcelas con mayor densidad de arbustos experimentaron también una mayor pérdida de diversidad. En latitudes más bajas y zonas más cálidas del Ártico se observó una mayor riqueza de especies, pero tal ganancia no siempre representa una ventaja ecológica, ya que puede afectar la estabilidad del ecosistema.
En conclusión, los resultados confirman que el Ártico funciona como un indicador temprano del cambio climático, evidenciando no solo variaciones en la cantidad de especies vegetales, sino también en la estructura e interacción de las comunidades ecológicas, con implicaciones directas para todas las formas de vida que dependen de estos sistemas.