En mayo de 2020, Ruby Reynolds, entonces de 11 años, y su padre Justin Reynolds descubrieron los primeros fragmentos de un fósil mientras exploraban la playa de Blue Anchor en Somerset. Este hallazgo inicial, que se reveló ser parte de la mandíbula de un reptil marino prehistórico, desencadenó una serie de investigaciones que llevaron al descubrimiento de una especie hasta ahora desconocida de ichtiosaurio, bautizada como Ichthyotitan severnensis. Estimaciones basadas en la comparación de estos fósiles con otros ichtiosaurios sugieren que el animal medía entre 22 y 26 metros de largo.
Continuando con la búsqueda en la misma región, se encontraron más piezas del fósil que, una vez ensambladas, confirmaron la magnitud del descubrimiento. Según los expertos, este reptil marino podría haber sido uno de los animales más grandes que jamás hayan habitado la Tierra, alcanzando un tamaño comparable al de las mayores ballenas actuales. La comunidad científica ha sido cautelosa con estas estimaciones debido a la naturaleza fragmentaria de los huesos, pero el uso de modelos comparativos ha permitido ofrecer una reconstrucción preliminar de su tamaño.
El equipo de investigación, liderado por el Dr. Lomax, ha destacado no solo la singularidad del hallazgo sino también su importancia para entender mejor la biodiversidad marina del período Triásico. Este período, que culminó hace aproximadamente 202 millones de años, fue testigo de la extinción masiva que también señaló el final de la era de estos gigantescos reptiles marinos.
La participación de Ruby y su padre no solo en el descubrimiento sino también en el proceso científico subraya la relevancia de los coleccionistas de fósiles amateurs en la paleontología. La historia de cómo una joven y su padre pudieron contribuir significativamente a la ciencia ha capturado la imaginación de muchos y resalta la accesibilidad de la paleontología para el público general.