Un equipo de investigación del University College London ha logrado un avance significativo en la detección temprana de la enfermedad de Parkinson al identificar marcadores sanguíneos que pueden revelar la presencia de la enfermedad hasta siete años antes de que los síntomas físicos se manifiesten. El estudio, liderado por la bioquímica Jenny Hällqvist, empleó modelos de aprendizaje automático para identificar ocho proteínas en la sangre que cambian a medida que progresa la enfermedad.
La investigación es especialmente relevante dado que el Parkinson afecta a alrededor de 10 millones de personas en todo el mundo, resaltando la necesidad urgente de desarrollar métodos más eficaces de detección y tratamiento. Actualmente, la dificultad principal radica en identificar a las personas en riesgo antes de que los síntomas físicos sean evidentes, lo que permitiría probar estrategias de mitigación temprana. Esta etapa premotora puede incluir trastornos del estado de ánimo y alteraciones en el sueño REM, que son menos evidentes y más sutiles.
_11zon.webp)
Comparando muestras de sangre de 99 personas recién diagnosticadas con Parkinson, 72 personas con trastorno del comportamiento del sueño REM y 26 controles sanos, los investigadores identificaron 23 potenciales biomarcadores. Estos están relacionados con procesos de inflamación, coagulación sanguínea y vías bioquímicas del desarrollo celular. Entre ellos, las proteínas HSPA5 y HSPA1L son particularmente destacables, ya que indican un estrés en el retículo endoplásmico, la célula productora de proteínas.
El estudio, publicado en Nature Communications, sugiere que es posible desarrollar una prueba de sangre simple para identificar a las personas en riesgo de Parkinson antes de que los síntomas físicos aparezcan. Actualmente, aunque existen pruebas de líquido cefalorraquídeo que pueden detectar la enfermedad en etapas tempranas, estas son invasivas y no siempre accesibles. La introducción de una prueba de sangre simple no solo facilitaría un diagnóstico más temprano, sino que también permitiría un monitoreo a largo plazo más accesible y menos invasivo.
Este hallazgo tiene el potencial de transformar el manejo y diagnóstico del Parkinson, permitiendo intervenciones más tempranas que podrían mejorar significativamente la calidad de vida de las personas en riesgo y potencialmente retrasar la progresión de la enfermedad. El Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común, solo superada por el Alzheimer, afectando aproximadamente al 1% de las personas mayores de 60 años.