La reciente muerte de Stella, una chimpancé del Parque Nacional Kibale en Uganda, debido a una neumonía causada por un virus humano, ha puesto de relieve una amenaza creciente para los primates: las enfermedades respiratorias transmitidas por humanos. Este incidente no es aislado; en 2017, un brote de metapneumovirus humano acabó con el 12% de la comunidad de chimpancés de Stella, sin contar a los huérfanos que no pudieron sobrevivir sin sus padres. Durante más de tres décadas, las enfermedades respiratorias han sido la principal causa de muerte de los chimpancés en Kibale, con brotes similares afectando a otras poblaciones de primates en África.
La destrucción del hábitat y los microorganismos humanos han afectado gravemente a la fauna silvestre, al punto de que incluso los chimpancés salvajes portan bacterias resistentes a los antibióticos. Un estudio de 2021 descubrió que los chimpancés del Parque Nacional Gombe Stream en Tanzania han desarrollado resistencia a las sulfonamidas, un tipo de antibiótico comúnmente utilizado por las personas locales para tratar la diarrea. Este hallazgo subraya cómo la interacción entre humanos y primates, incluso en niveles indirectos, puede tener consecuencias devastadoras para estos últimos.
Hasta hace poco, las enfermedades en primates no se consideraban una amenaza significativa para su supervivencia, con la atención científica centrada principalmente en la pérdida de hábitat y la caza furtiva. Sin embargo, la transmisión de patógenos de humanos a animales, conocida como zoonosis inversa, ha emergido como un riesgo considerable, especialmente para los primates debido a su similitud genética con los humanos. Un estudio de 2022 identificó 97 investigaciones que documentaron casos de zoonosis inversa en animales salvajes, 57 de los cuales involucraban a primates, destacando la fuerte asociación entre la presencia de patógenos humanos en animales y el nivel de contacto humano.
La popularidad del ecoturismo ha demostrado ser una espada de doble filo para los primates. Aunque puede generar ingresos que benefician a las comunidades locales y promover esfuerzos de conservación, también aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades. Las directrices de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de 2015 para gestionar el turismo de grandes simios, que incluyen el uso de mascarillas y limitar la proximidad de los turistas a los animales, a menudo no se siguen, como lo demuestra un estudio de 2020 que encontró que el 40% de los videos en redes sociales mostraban a humanos a menos de un metro de los gorilas.