En 2023, la Amazonía experimentó una de las peores sequías registradas, un evento que los científicos ahora atribuyen en gran medida al cambio climático. Según un estudio realizado por el grupo World Weather Attribution, el calentamiento global, impulsado por la quema de combustibles fósiles, ha hecho que esta sequía sea 30 veces más probable. La sequía alcanzó el nivel "excepcional", el más alto en la escala científica, y afectó a millones de personas en la región, provocando escasez de agua potable, fallas en las cosechas y cortes de energía, ya que las plantas hidroeléctricas se secaron.
El estudio también reveló que, además de reducir las precipitaciones, el cambio climático ha aumentado las temperaturas, lo que a su vez ha intensificado la evaporación del agua de los suelos y las plantas, exacerbando la sequía. Aunque el fenómeno natural de El Niño, asociado con condiciones más secas, jugó un papel en la reducción de las lluvias, las altas temperaturas impulsadas por el cambio climático fueron el principal motor de la sequía.

La sequía no solo ha tenido un impacto devastador en las comunidades humanas, sino también en la biodiversidad de la región. Los ríos alcanzaron sus niveles más bajos en más de un siglo, lo que llevó a la muerte masiva de vida fluvial, incluyendo más de 150 delfines rosados en peligro de extinción en una sola semana. Además, los incendios forestales agravados por la sequía han empeorado la calidad del aire en las principales ciudades de Brasil y han emitido grandes cantidades de gases de efecto invernadero.