FinalSpark, una innovadora startup suiza, ha dado un importante paso adelante en la tecnología de computación al crear una biocomputadora de baja energía utilizando 16 mini-cerebros humanos. Estos mini-cerebros, conocidos como organoides, son esferas de células cerebrales humanas cultivadas en laboratorio. Cada organoide está conectado a electrodos y a un sistema microfluídico que suministra nutrientes, permitiendo la operación continua del sistema.
El proyecto de la biocomputadora se centra en el concepto de 'wetware', que integra componentes biológicos con sistemas computacionales. Este nuevo enfoque pretende superar las deficiencias energéticas de las redes neuronales artificiales, como las que alimentan grandes modelos de lenguaje tipo ChatGPT. Según los informes, la biocomputadora consume hasta un millón de veces menos energía que los procesadores digitales tradicionales, subrayando la eficiencia notable de este diseño.
La demanda energética de entrenar modelos de lenguaje como GPT-3, predecesor del GPT-4, ha puesto de manifiesto la necesidad de soluciones informáticas más sostenibles. El cerebro humano, con sus 86 mil millones de neuronas, opera con una eficiencia energética incomparable a la de los procesadores actuales. Este proyecto de FinalSpark demuestra una capacidad innovadora para aproximarse a la eficiencia del cerebro humano en aplicaciones computacionales.
Además, el sistema se destaca no solo por su eficiencia energética, sino también por su accesibilidad. Los científicos pueden llevar a cabo experimentos remotamente en estos mini-cerebros y monitorizar su actividad eléctrica de forma continua durante hasta 100 días. La biocomputadora está disponible para la comunidad científica y ya es utilizada por múltiples grupos de investigación para diversas pruebas.