Un estudio reciente publicado en The Guardian revela que los océanos están enfrentando una "triple amenaza" de calor extremo, pérdida de oxígeno y acidificación, que está llevando a condiciones mucho más severas y frecuentes en las últimas décadas. Aproximadamente un quinto de la superficie oceánica global es altamente vulnerable a estos problemas, que se deben en gran medida a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. Según el estudio, eventos extremos de calor, desoxigenación y acidificación pueden durar hasta 30 días, afectando especialmente a las regiones tropicales y al norte del Pacífico. Este fenómeno ha suscitado la alarma entre los científicos climáticos debido al continuo aumento de las temperaturas en los océanos, que en los últimos meses han alcanzado niveles sin precedentes.
Además del calor extremo, el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera está provocando que el agua de mar se vuelva más ácida. Este fenómeno no solo disuelve las conchas de diversas criaturas marinas, sino que también priva al océano del oxígeno necesario para la vida marina. La combinación de estos factores está creando un entorno hostil para innumerables especies, poniendo en grave riesgo la biodiversidad de nuestros océanos. Según el mismo estudio, si no se abordan estas amenazas de manera efectiva, la situación podría llevar a un colapso significativo de los ecosistemas marinos y afectar la biodiversidad oceánica.
El impacto de estos fenómenos es particularmente devastador para las regiones tropicales y el norte del Pacífico. Estas áreas, que ya sufren de altas temperaturas, están viendo un incremento en la frecuencia y severidad de eventos extremos de calor y pérdida de oxígeno. Las consecuencias incluyen no solo la pérdida de especies marinas, sino también una menor capacidad de los océanos para sostener la vida y mantener sus funciones ecológicas. Los científicos subrayan que la comprensión y mitigación de estos desafíos es esencial para proteger los océanos y sus habitantes.
Además, la combinación de estos factores está afectando la pesca y otras actividades humanas dependientes del mar. La disminución en la calidad y cantidad de capturas afecta la seguridad alimentaria de millones de personas que dependen del océano como su principal fuente de proteína. La alteración de los ecosistemas marinos también implica costos económicos significativos. La inversión en investigación y políticas sostenibles es esencial para enfrentar estos desafíos de manera eficaz.