En el corazón de un parque de vida silvestre de 1,800 acres en San Diego, California, el Zoológico Congelado emerge como un faro de esperanza en la lucha contra la extinción de especies. Fundado hace casi 50 años, este laboratorio alberga el repositorio más antiguo, grande y diverso de cultivos de células vivas del mundo, con más de 11,000 muestras que representan a 1,300 especies y subespecies, incluyendo algunas ya extintas. La tarea de preservar estas células recae en un equipo dedicado de cuatro mujeres, que meticulosamente cultivan y congelan tejidos provenientes de animales que han fallecido de causas naturales en el zoológico.
Este proyecto, iniciado por el patólogo germano-estadounidense Kurt Benirschke en 1972, nació de la idea de que la conservación de material genético podría ser crucial para el futuro de la ciencia y la conservación de especies, aun cuando en aquel momento no existían las tecnologías para aprovechar plenamente estas muestras. Hoy, el Zoológico Congelado no solo ofrece una invaluable reserva genética para la investigación y la conservación, sino que también ha permitido avances significativos como la clonación de especies en peligro de extinción, proporcionando diversidad genética esencial para la supervivencia de estas poblaciones.
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El proceso de preservación de las células es complejo y varía según la especie. Cada muestra es cuidadosamente procesada y almacenada en tanques de nitrógeno líquido a temperaturas criogénicas, donde las células permanecen en animación suspendida, capaces de ser revividas en el futuro. Este meticuloso trabajo no solo representa un esfuerzo por salvaguardar la biodiversidad, sino también por mantener viva la posibilidad de rescatar especies que están al borde de la extinción.
La crisis de extinción acelerada que enfrenta nuestro planeta ha hecho que la misión del Zoológico Congelado sea más crítica que nunca. A medida que las especies desaparecen a un ritmo sin precedentes debido a la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, la labor de este equipo adquiere una relevancia aún mayor. Para ellas, preservar estas células no es solo una tarea científica; es un acto de esperanza y un legado para el futuro, un recordatorio de que aún podemos hacer la diferencia en la conservación de nuestro mundo natural.