Bryan Johnson, con un patrimonio neto estimado de alrededor de $400 millones, no se conforma con los cuidados de salud convencionales. A sus 46 años, este empresario tecnológico busca revertir su edad biológica y para ello, ha optado por métodos poco convencionales y no regulados. Johnson, fundador de Blueprint, ha emprendido viajes a Roatán, una remota isla caribeña de Honduras, para recibir inyecciones de una droga genéticamente potenciadora, cuya eficacia y seguridad no han sido aprobadas por la FDA.
El tratamiento, que cuesta $25,000 por sesión, se basa en aumentar la producción de follistatina en el cuerpo. Esta proteína juega un papel crucial en la gestión de la producción de otras proteínas y hormonas, y se cree que puede reducir la inflamación, aumentar la masa muscular y mejorar la densidad ósea. Minicircle Inc, la pequeña empresa estadounidense detrás de esta terapia, la considera una de las mejores esperanzas para lograr una "longevidad extrema".
Sin embargo, la falta de datos de ensayos clínicos publicados y las advertencias de científicos sobre los peligros de probar terapias genéticas no reguladas plantean serias preocupaciones. Según Christin Glorioso, médica y neurocientífica, estas terapias podrían ser mortales, induciendo cáncer o insuficiencia hepática.