En la Edad Media, el conocimiento médico estaba fuertemente influenciado por los antiguos escritos de Hipócrates y Galeno de Pérgamo, pero las mujeres comenzaron a ser reconocidas cada vez más por su sabiduría y capacidad para sanar. A pesar de este creciente reconocimiento, la preferencia por los hombres en el ámbito de la medicina y las restricciones impuestas a las mujeres fomentaron el desarrollo de redes informales, permitiendo a las mujeres practicar la medicina secretamente y transmitir su conocimiento médico fuera de los dominios masculinos.
Los Evangelios del Huso, publicados por primera vez en Francia alrededor de 1480, son un ejemplo destacado de cómo estas redes permitían compartir consejos sobre embarazo, parto y salud. Creados durante reuniones secretas de mujeres francesas, estos textos reflejan la sabiduría ancestral y se centraban en temas como el embarazo, el parto y el matrimonio. A pesar de ser mediados por un escriba masculino, estos textos ofrecen una ventana a las voces a menudo silenciadas de las mujeres trabajadoras de clase baja.
Estas reuniones, organizadas por una aldeana local que seleccionaba a seis mujeres mayores para dirigir las sesiones, se llevaban a cabo en las largas noches entre Navidad y principios de febrero. El propósito era recopilar y transmitir la sabiduría de sus antepasados a las generaciones futuras. Un escriba era responsable de registrar los consejos, que anteriormente solo se conservaban a través de la tradición oral de las mujeres campesinas.
A pesar de que los Evangelios del Huso se presentan de manera burlona por el escriba, describiendo a las mujeres como idiotas, lascivas e incluso peligrosas, estos textos demuestran cómo, a través de estas redes de salud informales, las mujeres encontraron una manera de ejercer control y poder sobre sí mismas, reclamando cierta autonomía sobre sus propios cuerpos. Esta práctica revela un aspecto crucial de la resistencia femenina en una época dominada por la perspectiva masculina.