En 1817, Ludwig van Beethoven se convirtió en el primer compositor de renombre en utilizar un metrónomo, un dispositivo inventado por Johann Mäzel, para fijar el tempo de sus composiciones. Sin embargo, las indicaciones de tempo anotadas por Beethoven han desatado controversias a lo largo de más de dos siglos, al ser vistas como excesivamente rápidas y difíciles de reproducir, incluso para los músicos más virtuosos.
Un caso claro es la sección "Allegretto" de su Séptima Sinfonía, con una marca de tempo mucho más veloz que las interpretaciones actuales. Esta incongruencia ha alimentado diversas teorías sobre las posibles causas detrás de estas indicaciones.
Algunas de las hipótesis planteadas incluyen la progresiva sordera de Beethoven, que comenzó en la década de 1790, posiblemente alterando su percepción del ritmo y del tempo. Otra teoría apunta a cambios culturales, ya que la evolución de los estilos interpretativos durante el siglo XIX favoreció tempos más lentos y expresivos. Además, la sugerencia de un defecto en el metrónomo, ya sea por mala calibración o malentendidos en su uso, también ha sido considerada.
Recientemente, un análisis realizado por los investigadores españoles Almudena M. Castro e Iñaki Úcar, publicado en la revista PLOS ONE, aborda este enigma. Utilizando un modelo matemático del metrónomo de Beethoven, Castro y Úcar concluyeron que el compositor podría haber confundido la lectura del tempo debido a la orientación de la pesa del metrónomo, que apuntaba hacia abajo. Esta confusión es respaldada por una anotación de Beethoven en la Novena Sinfonía donde duda entre "108 o 120", lo que sugiere una discrepancia de 12 pulsos por minuto. Este margen coincide con las variaciones observadas en las interpretaciones modernas de su música.
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Este estudio es multidisciplinario y combina física, bellas artes y ciencia de datos, ofreciendo una explicación lógica a un dilema histórico que ha desconcertado tanto a músicos como a investigadores. Castro y Úcar han destacado la utilización de un enfoque científico para desentrañar este misterio musical, arrojando luz sobre la precisión en la anotación de tempos y sus implicaciones en la interpretación musical.
La investigación sobre la correcta calibración del metrónomo y la interpretación matemática de sus mediciones no solo ofrece una solución al enigma de Beethoven, sino que también plantea una reflexión sobre cómo se percibía y ejecutaba la música en la época del compositor.»
Además, este descubrimiento subraya la importancia de la exactitud en la interpretación histórica musical, y cómo las herramientas y tecnologías disponibles en el siglo XIX podrían haber influido en la obra de los compositores de la época. La errónea lectura del metrónomo podría haber tenido un impacto significativo en la manera en que Beethoven pensaba y escribía su música, ocasionando las aparentes discrepancias que han desconcertado a generaciones de músicos.
El estudio de Castro y Úcar es un ejemplo perfecto de cómo la colaboración entre diferentes disciplinas científicas y artísticas puede proporcionar nuevas perspectivas y soluciones a enigmas históricos. Este descubrimiento aporta una profundización y comprensión más detallada y equilibrada de la obra de Beethoven, un pilar fundamental de la música clásica.»
Al final, este trabajo no solo esclarece un aspecto técnico, sino que también resalta la compleja interacción entre la tecnología musical y la ejecución práctica a lo largo de la historia, ofreciendo una visión más rica y matizada de la música de Beethoven. El metrónomo de Johann Mäzel, introducido en 1815, no solo fue una herramienta revolucionaria en su tiempo, sino también el primer dispositivo mecánico consistente para medir el tempo musical, permitiendo a los compositores especificar con precisión la velocidad a la que debían interpretarse sus obras.