La trágica noche del viernes en Moscú se convirtió en una de las peores pesadillas cuando hombres armados irrumpieron en la sala de conciertos Crocus City Hall, asesinando a al menos 133 personas e hiriendo a más de 140. Entre el caos y el horror, las autoridades rusas respondieron rápidamente, deteniendo a 11 individuos en conexión con este acto bárbaro. Las víctimas, incluidos tres niños, fueron masacradas en un ataque que ha sido el más mortífero en Rusia en casi dos décadas.
Los atacantes, vestidos con indumentaria militar, abrieron fuego indiscriminadamente y lanzaron dispositivos explosivos, causando un incendio masivo dentro del recinto. El presidente ruso, Vladimir Putin, calificó el incidente como un "acto terrorista bárbaro" y aseguró que los responsables serían castigados. Mientras el Estado Islámico Khorasan se atribuía la responsabilidad del atentado, el foco también se dirigía hacia Ucrania, con acusaciones rusas de complicidad, algo que Ucrania negó vehementemente.

En medio del duelo nacional y las investigaciones en curso, emergieron historias de terror y heroísmo. Sobrevivientes describieron escenas de pánico y desesperación mientras intentaban huir del lugar, y el mundo observaba conmocionado cómo la capital rusa se enfrentaba a una de sus jornadas más oscuras.