El viernes por la noche, varios hombres armados, vestidos con ropa de camuflaje, irrumpieron en el Crocus City Hall de Moscú, donde se estaba llevando a cabo un concierto de la banda rusa Picnic, abriendo fuego contra la multitud. El ataque resultó en al menos 40 muertes y más de 100 heridos, según informes preliminares del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia. Este incidente es el ataque terrorista más mortífero en el país en años, evocando recuerdos de pasados actos de terror en suelo ruso.
Mientras el caos se desataba dentro del recinto, las llamas consumían parte del edificio, lo que provocó una rápida respuesta de los servicios de emergencia y las fuerzas de seguridad. Videos y testimonios en redes sociales y medios de comunicación describieron escenas de pánico y horror, con víctimas y espectadores tratando de escapar del fuego cruzado y las llamas. Las autoridades rusas iniciaron inmediatamente una investigación como un acto de terrorismo, aunque los perpetradores del ataque no fueron identificados de manera concluyente en las horas siguientes al incidente.
El ataque no solo cobró vidas sino que también provocó una crisis de seguridad, llevando a las autoridades a cancelar eventos públicos y reforzar la seguridad en toda la ciudad. El alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin, describió el suceso como una "gran tragedia" y expresó sus condolencias a las familias de las víctimas. La comunidad internacional, incluidos líderes y organizaciones de todo el mundo, condenó el ataque y ofreció apoyo a Rusia en este momento de duelo.
La incertidumbre sobre los responsables del ataque generó tensiones, con especulaciones y acusaciones apuntando hacia diferentes actores, incluida la posibilidad de un vínculo con el conflicto en curso en Ucrania. Sin embargo, tanto el gobierno ucraniano como grupos voluntarios rusos que luchan en Ucrania negaron cualquier participación en el atentado.