China se dispone a lanzar esta semana la misión robótica Tianwen-2 a bordo de un cohete Long March 3B desde el Centro de Lanzamiento de Satélites de Xichang, en el suroeste del país. El objetivo principal es el asteroide 469219 Kamoʻoalewa —antes conocido como 2016 HO3—, cuya peculiaridad reside en que orbita alrededor de la Tierra pero está gravitacionalmente ligado al Sol, siendo considerado un cuasi-satélite y no una luna verdadera. Kamoʻoalewa puede acercarse a nueve millones de millas (alrededor de 14,5 millones de kilómetros) de nuestro planeta y, según recientes observaciones telescópicas, estaría compuesto por material volcánico similar al de la Luna, lo que sugiere que podría ser un fragmento arrancado de la superficie lunar tras el impacto de un meteorito.
Se estima que la sonda Tianwen-2 tardará aproximadamente un año en llegar a este asteroide, cuya dimensión es de apenas 40 metros de diámetro. Esta pequeña escala y su rápida rotación —completa una vuelta cada 28 minutos— presentan desafíos técnicos significativos para la recolección de muestras. Para ello, la nave empleará dos métodos: el primero, "Touch and Go", utilizado exitosamente por misiones anteriores de Japón y Estados Unidos, implica un contacto breve con la superficie para levantar material y capturarlo rápidamente; el segundo, "Anclaje y Sujeción", buscará adherirse mediante taladros al asteroide para extraer tanto material superficial como interno, técnica nunca antes probada en el espacio.
La cápsula con los fragmentos recogidos regresará a la Tierra a finales de 2027 para su análisis en laboratorios ultralimpios, permitiendo a los científicos estudiar materiales inalterados por la atmósfera terrestre. De lograrlo, China se sumaría a Japón y Estados Unidos, los únicos países que han recuperado muestras de asteroides (Hayabusa en Itokawa en 2005 y Ryugu en 2019, y Osiris-Rex en Bennu en 2020 respectivamente). El país asiático ya ejecutó dos exitosas misiones de retorno de muestras lunares en 2020 y 2024, pero Tianwen-2 supone su primera tentativa con un asteroide.
Las tareas de la nave incluirán también la generación de imágenes infrarrojas y radares para cartografiar la estructura interna y analizar la composición mineral y propiedades térmicas del asteroide. Esto permitirá estudiar el efecto Yarkovsky, un fenómeno térmico por el cual la rotación y el calentamiento/desenfriamiento del asteroide por la luz solar pueden convertirlo eventualmente en una amenaza para la Tierra, al modificar ligeramente su órbita.
Una vez completada la entrega de muestras, Tianwen-2 se dirigirá al cometa 311P/PanSTARRS, un objeto del cinturón principal entre Marte y Júpiter, donde llegará a principios de la década de 2030. El estudio remoto de este tipo de cometas, que permanecen en zonas donde no deberían conservar agua helada por la cercanía al Sol, podría aportar información relevante sobre cómo la Tierra llegó a tener océanos.
Tianwen-2 servirá también como preparación tecnológica para la ambiciosa misión Tianwen-3, planeada para 2028, cuyo objetivo consiste en traer muestras rocosas desde Marte. La misión estadounidense para recolectar y regresar muestras de Marte enfrenta en este momento importantes obstáculos técnicos y logísticos.
La comunidad científica internacional, incluidos astrónomos como Benjamin Sharkey (Universidad de Maryland) y especialistas del Museo de Historia Natural de Londres, subraya el valor de las misiones de retorno de muestras para comprender en profundidad las propiedades físicas y químicas de estos cuerpos, superando las limitaciones de las observaciones remotas realizadas por telescopios y sondas espaciales.
El resultado de Tianwen-2 podría aportar pruebas clave sobre el origen de Kamoʻoalewa y, por extensión, sobre la evolución del sistema Tierra-Luna, mientras pone a prueba nuevas tecnologías cruciales para la futura exploración espacial china.