Un equipo de científicos británicos y botsuanos, bajo la dirección de Davide Lomeo de King's College London, ha esclarecido la causa detrás de la mortandad masiva de elefantes en el delta del Okavango, en Botswana. Utilizando datos satelitales y análisis espaciales, examinaron 3,000 charcas de agua y determinaron que 20 de ellas contenían niveles elevados de cianobacterias tóxicas.
Durante los meses de mayo y junio de 2020, más de 350 elefantes sucumbieron tras ingerir agua contaminada, recorriendo un promedio de 16.5 km antes de morir, aproximadamente 88 horas después de haber bebido. Los investigadores hallaron una correlación directa entre las charcas con mayor concentración de estas algas tóxicas y la ubicación de los cadáveres de los elefantes.
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El análisis contextual reveló que el año 2019 fue extremadamente seco, seguido por un 2020 muy húmedo. Estas variaciones climáticas provocaron una acumulación de sedimentos y nutrientes en las charcas, creando condiciones propicias para la proliferación de las cianobacterias. Las proyecciones futuras sugieren que el sur de África se enfrentará a condiciones cada vez más secas y cálidas, aumentando el riesgo de eventos similares.
Este trágico incidente tiene paralelismos históricos. En ese mismo año, 35 elefantes murieron en Zimbabue debido a una bacteria desconocida relacionada con la sequía. Asimismo, en 2015, una epidemia vinculada al clima acabó con la vida de 200,000 antílopes saiga en Kazajistán.
El impacto de este evento subraya la vital importancia de la conservación de especies clave en ecosistemas vulnerables, como el delta del Okavango, que alberga un tercio de la población de elefantes africanos. Los expertos advierten sobre la necesidad urgente de vigilar la calidad del agua en las regiones afectadas, ya que el cambio climático podría incrementar la proliferación de algas tóxicas, poniendo en riesgo a la fauna local.