La enfermedad crónica debilitante (CWD, por sus siglas en inglés Chronic Wasting Disease), un padecimiento neurodegenerativo mortal que afecta exclusivamente a la familia de los cérvidos, incluyendo ciervos, alces, uapitíes y renos, ha experimentado una alarmante propagación desde que se detectó por primera vez en ciervos en libertad en Colorado y Wyoming en 1981. Hasta la fecha, la enfermedad ha sido confirmada en 36 estados de EE. UU., mientras que reportes internacionales revelan su presencia en Canadá, Escandinavia y Corea del Sur.
Provocada por priones, proteínas patógenas anormales, la enfermedad es altamente contagiosa y permanece activa en el medio ambiente durante largos periodos, contaminando suelos y áreas donde habitan los cérvidos mediante residuos biológicos como la orina, heces, saliva y cadáveres en descomposición. Los animales infectados muestran síntomas como babeo, pérdida extrema de peso, desorientación y ausencia de miedo hacia los humanos. Aunque ha sido apodada como "la enfermedad del ciervo zombi" en los medios, científicos como Michael Osterholm consideran que este término trivializa una amenaza grave para la salud pública y la biodiversidad.

Un informe publicado en enero de 2025 titulado "Preparación y respuesta ante la propagación de la enfermedad cauterizante crónica: un futuro incierto", elaborado por 67 expertos en enfermedades zoonóticas, advierte que, si la CWD se transmite a humanos, se desencadenaría una crisis global con efectos devastadores en la salud, el comercio, la agricultura y la economía. Según los investigadores, actualmente no hay evidencia de infecciones humanas, pero el riesgo aumenta a medida que la enfermedad se propaga y más personas consumen carne de caza posiblemente infectada.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han manifestado preocupación ante el hecho de que cerca del 20% de los estadounidenses han cazado ciervos o alces, y más del 60% informa haber consumido su carne. Estas cifras sugieren que decenas de miles de personas estarían en riesgo si los priones de la CWD logran adaptarse al organismo humano. Aunque se recomienda a los cazadores no consumir carne de animales sospechosos de estar infectados y realizar pruebas en casos de cacerías en zonas afectadas, un número considerable de ellos no sigue estas recomendaciones.

En estados como Wyoming, la lucha contra la CWD enfrenta obstáculos debido a políticas contradictorias. A pesar de los llamamientos de expertos para cerrar áreas de alimentación artificial de ciervos y alces, estas prácticas continúan, incrementando la densidad de animales en espacios reducidos y facilitando la transmisión de la enfermedad. Un ejemplo notorio es el Refugio Nacional de Alces en Yellowstone, donde más de 8000 alces se congregan cada invierno y donde se han identificado casos de CWD.
Además del impacto en la salud pública, los científicos temen un efecto devastador sobre la biodiversidad. Investigaciones realizadas en Wisconsin, donde se rastrearon 1000 venados de cola blanca, revelan que los altos índices de mortalidad en animales infectados superan su tasa de reproducción natural, amenazando la continuidad de algunas poblaciones silvestres. Sin una vacuna ni tratamiento disponible, el riesgo aumenta, especialmente en áreas donde la caza es un componente cultural y económico fundamental.

Otra preocupación es la eliminación y transporte de cadáveres de animales infectados a través de las fronteras estatales, práctica que ha sido vinculada con la dispersión acelerada de priones. En algunos casos, estos cadáveres terminan en vertederos, lo cual, según expertos, podría convertir dichas áreas en depósitos tóxicos de largo plazo.
Especialistas destacan la importancia de preservar depredadores naturales como lobos y osos, que ayudan a eliminar animales enfermos, pero las políticas de caza en varios estados han reducido drásticamente las poblaciones de estos carnívoros. Además, llaman a la conversión hacia prácticas de conservación más sostenibles que eliminen la necesidad de alimentación artificial para los cérvidos en invierno.

Michael Osterholm indicó que los recortes de fondos en salud pública y la retirada de EE. UU. de organismos internacionales como la OMS, particularmente durante la administración de Donald Trump, han dificultado la coordinación y respuesta ante una posible emergencia de salud. Mientras tanto, la comunidad científica insiste en la necesidad de incrementar la vigilancia en fauna y en humanos, preparar estrategias de contención y adoptar políticas que limiten la propagación ambiental de la enfermedad.
Actualmente, la falta de acción y las decisiones políticas basadas en la negación, según el exjefe del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU., Tom Roffe, han creado condiciones ideales para el avance de esta enfermedad, calificándola como "una epidemia de lenta expansión con consecuencias graves".
Los priones responsables de la CWD pueden permanecer infecciosos durante años en el medio ambiente, incluso adheridos al suelo, lo que dificulta su erradicación y convierte los territorios contaminados en zonas de alto riesgo para nuevos brotes.