El primer trasplante de vejiga humana fue realizado a principios de este mes en un hombre de 41 años que había perdido la capacidad de su vejiga tras ser sometido a tratamientos para un tipo raro de cáncer vesical, el adenocarcinoma de uraco. El procedimiento, efectuado en Los Ángeles por los cirujanos Dr. Inderbir Gill de la Universidad del Sur de California (USC) y el Dr. Nima Nassiri de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), marca un avance en la cirugía de trasplantes de órganos.
Oscar Larrainzar, el paciente intervenido, pudo recibir una nueva vejiga y un riñón en una cirugía de ocho horas tras años de complicaciones médicas y procedimientos previos, incluida la extirpación de ambos riñones. Antes de la operación, su vejiga apenas tenía capacidad para 30 centímetros cúbicos, muy por debajo de los más de 300 que puede retener una vejiga sana. Las opciones disponibles hasta ahora para personas sin vejiga implican el uso de tejidos intestinales, pero hasta el 80% de quienes reciben esta intervención desarrollan complicaciones, como desequilibrios electrolíticos, infecciones recurrentes y daño renal progresivo, además de crear problemas digestivos adicionales.
El desarrollo de la cirugía comenzó en 2020, cuando el Dr. Nassiri era residente en la USC y se reunía regularmente con el Dr. Gill para idear nuevos métodos de trasplante. Tras ensayar la técnica en cerdos primero, luego en cadáveres humanos y finalmente en órganos humanos aptos solo para investigación, lograron refinar el procedimiento en 2023. Uno de los principales retos consistió en preservar la compleja red vascular de la pelvis para asegurar el abastecimiento sanguíneo del órgano trasplantado. Optaron por fusionar las arterias y venas por pares mientras el órgano permanecía refrigerado, lo que permitió reducir las conexiones necesarias en el receptor de cuatro a dos.
La intervención se realizó tras recibir una llamada sobre la compatibilidad de un donante fallecido, lo que movilizó a un equipo de siete cirujanos para la recuperación de órganos en Azusa, California. El equipo de Gill y Nassiri transportó la vejiga y el riñón al hospital UCLA, donde se desarrolló el trasplante. Notablemente, la nueva vejiga proporcionó resultados inmediatos: el paciente pudo orinar por primera vez en siete años apenas días después de la operación, mientras que el nivel de creatinina de Larrainzar, indicador de función renal, mejoró de forma notoria, y perdió 9 kilos de líquido acumulado.
Para comprobar la viabilidad y seguridad del procedimiento, los cirujanos planean repetir el trasplante en cuatro pacientes más dentro de un ensayo clínico que analizará la capacidad vesical y posibles complicaciones antes de extender su implementación a mayor escala. Hasta la fecha, los principales riesgos permanecen en el rechazo inmunológico y los efectos secundarios derivados del uso obligatorio de inmunosupresores, lo que implica limitaciones para quienes no requieren estos fármacos por otros trasplantes.
Una característica destacable del trasplante de vejiga es que el órgano transferido no tiene conexiones nerviosas en el receptor, por lo que persiste la incertidumbre sobre si los pacientes podrán desarrollar sensibilidad o control completos, aunque Larrainzar experimentó micción espontánea al poco tiempo de retirar el catéter.
El logro técnico da respuesta a una problemática que afecta a miles de pacientes con dolor pélvico severo, infecciones crónicas e inflamación, quienes hasta ahora dependían de opciones limitadas. Aunque se anticipan más estudios y desafíos por delante, este trasplante representa un punto de inflexión en la cirugía reconstructiva urológica y en el tratamiento integral de enfermedades vesicales complejas.