El equipo de investigación internacional, encabezado por la Universidad de Basilea, logró reconstruir íntegramente el genoma de la influenza A que causó la pandemia de 1918, a partir del pulmón preservado de un hombre suizo de 18 años que falleció en julio de ese año. Esta reconstrucción es la primera que cuenta con una fecha precisa de Europa y fue posible gracias a una innovadora técnica de secuenciación de ARN que extrae datos genéticos de tejidos degradados y fijados químicamente.
El paciente analizado murió de neumonía severa en el Hospital Cantonal de Zúrich durante la fase inicial de la pandemia. Su pulmón estuvo preservado en una colección médica universitaria desde su muerte. El nuevo proceso permitió comparar el genoma reconstruido con otros virus históricos procedentes de Alemania y América del Norte.
El análisis reveló la presencia de tres mutaciones esenciales en el virus suizo, que facilitaron su adaptación al ser humano. Dos de ellas contribuyeron a que el virus evadiera la acción de la proteína antiviral MxA del sistema inmunológico, que normalmente inhibe la replicación viral. La tercera mutación alteró la estructura de la hemaglutinina, una proteína de la superficie viral, aumentando su afinidad por los receptores celulares humanos y potenciando la eficiencia de la infección.
Esta secuenciación mostró una inusual diversidad genética en el segmento de polimerasa (PB2) del virus, lo que sugiere fuertes presiones de selección natural o mezcla entre diversas cepas virales. En comparación con el H1N1 de 2009, el virus de 1918 presentó más variación en genes clave asociados a la replicación y adaptación al huésped.
La pandemia de 1918 a 1920 provocó entre 20 y 100 millones de muertes a nivel mundial e infectó a unos 500 millones de personas, aproximadamente el 27% de la población global de entonces. El genoma analizado evidencia que el virus ya había adquirido importantes adaptaciones a los humanos en la fase inicial de la crisis sanitaria global.
La investigación, publicada en BMC Biology, señala que este desarrollo metodológico permite acceder a miles de especímenes antiguos resguardados en colecciones médicas y zoológicas de todo el mundo. Esta capacidad tecnológica ofrece nuevos caminos para estudiar pandemias pasadas y obtener lecciones sobre la evolución y adaptación de los virus.