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Dependencia crítica de EE. UU. en SpaceX complica panorama ante posible cancelación de contratos por parte de Trump

La relación estratégica entre la NASA, el Departamento de Defensa y SpaceX se ha vuelto fundamental para los vuelos espaciales estadounidenses, quedando en entredicho los actuales programas y misiones si el presidente Trump decide cancelar los contratos con la compañía fundada por Elon Musk.

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Dependencia crítica de EE. UU. en SpaceX complica panorama ante posible cancelación de contratos por parte de Trump

La relación estratégica entre la NASA, el Departamento de Defensa y SpaceX se ha vuelto fundamental para los vuelos espaciales estadounidenses, quedando en entredicho los actuales programas y misiones si el presidente Trump decide cancelar los contratos con la compañía fundada por Elon Musk.

"Hoy, la innovadora alianza entre la NASA y SpaceX ha otorgado a nuestra nación un poder inigualable: una nave espacial de vanguardia para poner a nuestros astronautas en órbita a una fracción del costo del transbordador espacial"

– Afirmó el presidente Trump en 2020.

6/6/2025

La dependencia del gobierno estadounidense en SpaceX se remonta a 2006, cuando la entonces emergente compañía de Elon Musk obtuvo un contrato inicial con la NASA para transportar carga y suministros a la Estación Espacial Internacional (EEI). A pesar de que en ese momento SpaceX aún no había realizado un lanzamiento orbital —logrando su primer envío a órbita con el Falcon 1 recién en 2008—, la compañía evolucionó hacia un actor central y dominante en los lanzamientos espaciales civiles y militares de Estados Unidos.


En 2010, SpaceX debutó el Falcon 9, y para 2012 se convirtió en el lanzador de carga para la EEI gracias al respaldo financiero y la validación de la NASA. Este apoyo impulsó a SpaceX a ofrecer servicios de transporte de satélites a costos considerablemente menores en comparación con otros cohetes disponibles, consolidando su posición en la industria. Bajo la administración de Barack Obama, la compañía también ganó un contrato para el transporte de astronautas, culminando en mayo de 2020 —durante el mandato inicial de Trump— con el primer envío tripulado en la cápsula Crew Dragon.


Actualmente, la Crew Dragon es la única nave estadounidense en servicio regular y confiable para transportar astronautas y carga a la EEI. Ante una hipotética cancelación de contratos, Musk insinuó la posibilidad de retirar las cápsulas acopladas, lo que pondría en peligro inmediato las operaciones y el mantenimiento de la estación, así como la capacidad de retorno seguro para los cuatro astronautas actualmente a bordo.


Las alternativas de respaldo presentan limitaciones: Boeing, designado por la NASA para misiones tripuladas con su cápsula Starliner, enfrenta retrasos tras un incidente que dejó a los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore en órbita durante nueve meses, requiriendo su regreso mediante una Crew Dragon. El próximo vuelo tripulado de Starliner no se prevé antes del año próximo. Para carga, Northrop Grumman opera la nave Cygnus, pero el vehículo más reciente fue descartado tras dañarse en tránsito, mientras que el Dream Chaser de Sierra Space aún no realiza su vuelo inaugural.


Ante este escenario, la NASA tendría que considerar la reducción de la tripulación de la EEI a tres personas, utilizando la cápsula Soyuz rusa como único recurso. También existe la posibilidad de que se recurra nuevamente a la compra de asientos en la Soyuz, práctica anterior al uso de Crew Dragon tras el retiro de los transbordadores estadounidenses. Además, SpaceX fue contratado para desarrollar la nave destinada a desorbitar y retirar la estación de manera controlada tras el cese de operaciones previsto para 2030.


El programa lunar Artemis también depende de SpaceX. La compañía tiene la responsabilidad de construir una versión especializada de su cohete Starship para la tercera misión del programa, encargada de llevar a dos astronautas a la superficie lunar. Aunque Blue Origin —fundada por Jeff Bezos— también desarrolla un módulo de alunizaje, su misión está programada solo para Artemis V, en una fase posterior.


Simultáneamente, contratos para lanzamientos científicos y de seguridad nacional están comprometidos. SpaceX lidera los vuelos de satélites militares, de inteligencia y misiones como la sonda Dragonfly a Titán. Asimismo, el Departamento de Defensa ha encomendado a la empresa la producción de satélites Starlink adaptados para comunicaciones seguras militares.


Pese a la reciente aparición de competidores como el cohete Vulcan de United Launch Alliance —lanzado por primera vez en 2023— y el cohete New Glenn de Blue Origin —estrenado en 2024—, ambos carecen del historial de éxito y la eficiencia de costos de los Falcon 9 y Falcon Heavy de SpaceX, lo que incrementa las dificultades para cubrir las necesidades inmediatas de la infraestructura espacial estadounidense ante una cancelación abrupta de los actuales acuerdos con la empresa de Musk.


La secretaria de prensa de la NASA, Bethany Stevens, afirmó en X: «La NASA seguirá implementando la visión del presidente para el futuro del espacio. Seguiremos trabajando con nuestros socios de la industria para garantizar que se cumplan los objetivos del presidente en el espacio». Sin embargo, la falta de opciones técnicas y logísticas inmediatas subraya la relevancia crítica de SpaceX para la seguridad y la exploración espacial estadounidense.

Algo Curioso

"Hoy, la innovadora alianza entre la NASA y SpaceX ha otorgado a nuestra nación un poder inigualable: una nave espacial de vanguardia para poner a nuestros astronautas en órbita a una fracción del costo del transbordador espacial"

– Afirmó el presidente Trump en 2020.

Jun 6, 2025
Colglobal News

La dependencia del gobierno estadounidense en SpaceX se remonta a 2006, cuando la entonces emergente compañía de Elon Musk obtuvo un contrato inicial con la NASA para transportar carga y suministros a la Estación Espacial Internacional (EEI). A pesar de que en ese momento SpaceX aún no había realizado un lanzamiento orbital —logrando su primer envío a órbita con el Falcon 1 recién en 2008—, la compañía evolucionó hacia un actor central y dominante en los lanzamientos espaciales civiles y militares de Estados Unidos.


En 2010, SpaceX debutó el Falcon 9, y para 2012 se convirtió en el lanzador de carga para la EEI gracias al respaldo financiero y la validación de la NASA. Este apoyo impulsó a SpaceX a ofrecer servicios de transporte de satélites a costos considerablemente menores en comparación con otros cohetes disponibles, consolidando su posición en la industria. Bajo la administración de Barack Obama, la compañía también ganó un contrato para el transporte de astronautas, culminando en mayo de 2020 —durante el mandato inicial de Trump— con el primer envío tripulado en la cápsula Crew Dragon.


Actualmente, la Crew Dragon es la única nave estadounidense en servicio regular y confiable para transportar astronautas y carga a la EEI. Ante una hipotética cancelación de contratos, Musk insinuó la posibilidad de retirar las cápsulas acopladas, lo que pondría en peligro inmediato las operaciones y el mantenimiento de la estación, así como la capacidad de retorno seguro para los cuatro astronautas actualmente a bordo.


Las alternativas de respaldo presentan limitaciones: Boeing, designado por la NASA para misiones tripuladas con su cápsula Starliner, enfrenta retrasos tras un incidente que dejó a los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore en órbita durante nueve meses, requiriendo su regreso mediante una Crew Dragon. El próximo vuelo tripulado de Starliner no se prevé antes del año próximo. Para carga, Northrop Grumman opera la nave Cygnus, pero el vehículo más reciente fue descartado tras dañarse en tránsito, mientras que el Dream Chaser de Sierra Space aún no realiza su vuelo inaugural.


Ante este escenario, la NASA tendría que considerar la reducción de la tripulación de la EEI a tres personas, utilizando la cápsula Soyuz rusa como único recurso. También existe la posibilidad de que se recurra nuevamente a la compra de asientos en la Soyuz, práctica anterior al uso de Crew Dragon tras el retiro de los transbordadores estadounidenses. Además, SpaceX fue contratado para desarrollar la nave destinada a desorbitar y retirar la estación de manera controlada tras el cese de operaciones previsto para 2030.


El programa lunar Artemis también depende de SpaceX. La compañía tiene la responsabilidad de construir una versión especializada de su cohete Starship para la tercera misión del programa, encargada de llevar a dos astronautas a la superficie lunar. Aunque Blue Origin —fundada por Jeff Bezos— también desarrolla un módulo de alunizaje, su misión está programada solo para Artemis V, en una fase posterior.


Simultáneamente, contratos para lanzamientos científicos y de seguridad nacional están comprometidos. SpaceX lidera los vuelos de satélites militares, de inteligencia y misiones como la sonda Dragonfly a Titán. Asimismo, el Departamento de Defensa ha encomendado a la empresa la producción de satélites Starlink adaptados para comunicaciones seguras militares.


Pese a la reciente aparición de competidores como el cohete Vulcan de United Launch Alliance —lanzado por primera vez en 2023— y el cohete New Glenn de Blue Origin —estrenado en 2024—, ambos carecen del historial de éxito y la eficiencia de costos de los Falcon 9 y Falcon Heavy de SpaceX, lo que incrementa las dificultades para cubrir las necesidades inmediatas de la infraestructura espacial estadounidense ante una cancelación abrupta de los actuales acuerdos con la empresa de Musk.


La secretaria de prensa de la NASA, Bethany Stevens, afirmó en X: «La NASA seguirá implementando la visión del presidente para el futuro del espacio. Seguiremos trabajando con nuestros socios de la industria para garantizar que se cumplan los objetivos del presidente en el espacio». Sin embargo, la falta de opciones técnicas y logísticas inmediatas subraya la relevancia crítica de SpaceX para la seguridad y la exploración espacial estadounidense.

La dependencia del gobierno estadounidense en SpaceX se remonta a 2006, cuando la entonces emergente compañía de Elon Musk obtuvo un contrato inicial con la NASA para transportar carga y suministros a la Estación Espacial Internacional (EEI). A pesar de que en ese momento SpaceX aún no había realizado un lanzamiento orbital —logrando su primer envío a órbita con el Falcon 1 recién en 2008—, la compañía evolucionó hacia un actor central y dominante en los lanzamientos espaciales civiles y militares de Estados Unidos.


En 2010, SpaceX debutó el Falcon 9, y para 2012 se convirtió en el lanzador de carga para la EEI gracias al respaldo financiero y la validación de la NASA. Este apoyo impulsó a SpaceX a ofrecer servicios de transporte de satélites a costos considerablemente menores en comparación con otros cohetes disponibles, consolidando su posición en la industria. Bajo la administración de Barack Obama, la compañía también ganó un contrato para el transporte de astronautas, culminando en mayo de 2020 —durante el mandato inicial de Trump— con el primer envío tripulado en la cápsula Crew Dragon.


Actualmente, la Crew Dragon es la única nave estadounidense en servicio regular y confiable para transportar astronautas y carga a la EEI. Ante una hipotética cancelación de contratos, Musk insinuó la posibilidad de retirar las cápsulas acopladas, lo que pondría en peligro inmediato las operaciones y el mantenimiento de la estación, así como la capacidad de retorno seguro para los cuatro astronautas actualmente a bordo.


Las alternativas de respaldo presentan limitaciones: Boeing, designado por la NASA para misiones tripuladas con su cápsula Starliner, enfrenta retrasos tras un incidente que dejó a los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore en órbita durante nueve meses, requiriendo su regreso mediante una Crew Dragon. El próximo vuelo tripulado de Starliner no se prevé antes del año próximo. Para carga, Northrop Grumman opera la nave Cygnus, pero el vehículo más reciente fue descartado tras dañarse en tránsito, mientras que el Dream Chaser de Sierra Space aún no realiza su vuelo inaugural.


Ante este escenario, la NASA tendría que considerar la reducción de la tripulación de la EEI a tres personas, utilizando la cápsula Soyuz rusa como único recurso. También existe la posibilidad de que se recurra nuevamente a la compra de asientos en la Soyuz, práctica anterior al uso de Crew Dragon tras el retiro de los transbordadores estadounidenses. Además, SpaceX fue contratado para desarrollar la nave destinada a desorbitar y retirar la estación de manera controlada tras el cese de operaciones previsto para 2030.


El programa lunar Artemis también depende de SpaceX. La compañía tiene la responsabilidad de construir una versión especializada de su cohete Starship para la tercera misión del programa, encargada de llevar a dos astronautas a la superficie lunar. Aunque Blue Origin —fundada por Jeff Bezos— también desarrolla un módulo de alunizaje, su misión está programada solo para Artemis V, en una fase posterior.


Simultáneamente, contratos para lanzamientos científicos y de seguridad nacional están comprometidos. SpaceX lidera los vuelos de satélites militares, de inteligencia y misiones como la sonda Dragonfly a Titán. Asimismo, el Departamento de Defensa ha encomendado a la empresa la producción de satélites Starlink adaptados para comunicaciones seguras militares.


Pese a la reciente aparición de competidores como el cohete Vulcan de United Launch Alliance —lanzado por primera vez en 2023— y el cohete New Glenn de Blue Origin —estrenado en 2024—, ambos carecen del historial de éxito y la eficiencia de costos de los Falcon 9 y Falcon Heavy de SpaceX, lo que incrementa las dificultades para cubrir las necesidades inmediatas de la infraestructura espacial estadounidense ante una cancelación abrupta de los actuales acuerdos con la empresa de Musk.


La secretaria de prensa de la NASA, Bethany Stevens, afirmó en X: «La NASA seguirá implementando la visión del presidente para el futuro del espacio. Seguiremos trabajando con nuestros socios de la industria para garantizar que se cumplan los objetivos del presidente en el espacio». Sin embargo, la falta de opciones técnicas y logísticas inmediatas subraya la relevancia crítica de SpaceX para la seguridad y la exploración espacial estadounidense.

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