El 3 de febrero de 2023, la tranquila vida de East Palestine, Ohio, fue interrumpida por el estruendo de un tren que descarrilaba, liberando toneladas de sustancias químicas peligrosas en su entorno. Un año después, la comunidad de 4,700 habitantes sigue lidiando con las secuelas de este desastre ambiental. A pesar de los esfuerzos de limpieza y las promesas de Norfolk Southern Railway, la empresa responsable, muchos residentes como William Hugar y Zsuzsia Gyenes aún sienten que su salud y seguridad están en riesgo. La división entre quienes desean pasar página y aquellos que buscan respuestas y justicia es palpable en las calles de East Palestine.
La noche del accidente, el aire se llenó de un olor químico penetrante, presagio de las complicaciones de salud que muchos residentes experimentarían después. Desde problemas respiratorios hasta síntomas de intoxicación aguda, la comunidad ha enfrentado un aumento en las preocupaciones de salud, sin respuestas claras sobre la seguridad a largo plazo de su aire y agua. La decisión de realizar una quema controlada de cloruro de vinilo, una de las sustancias transportadas, ha sido objeto de escrutinio y crítica, especialmente por parte de aquellos afectados directamente por las emisiones.