El desastre ocurrió cuando la antigua Presa Kijabe, después de soportar el peso de lluvias sin precedentes, finalmente cedió, liberando millones de litros de agua que barrieron con todo a su paso. La ruptura de la presa ha sido tan repentina y violenta que los residentes locales apenas tuvieron tiempo de reaccionar. “El agua descendió como un tren de carga, llevándose casas, vehículos y vidas humanas,” compartió un testigo presencial en la zona afectada.
El impacto de la catástrofe se ha sentido en todo el condado de Nakuru, donde los esfuerzos de rescate continúan enfrentándose a condiciones adversas. Las autoridades locales, junto con equipos de emergencia, están trabajando sin descanso para buscar sobrevivientes y recuperar cuerpos, aunque el terreno lodoso y los escombros dificultan enormemente estas operaciones. “Hasta ahora hemos recuperado 45 cuerpos y estimamos que el número aumentará,” informó un oficial de policía de Nakuru.
Además del inmenso costo humano, el desastre ha provocado daños significativos a la infraestructura. Carreteras enteras han sido cortadas, y muchas áreas siguen siendo inaccesibles, lo que complica aún más los esfuerzos de rescate y ayuda. La comunidad internacional ha comenzado a enviar asistencia, pero la magnitud del desastre es tal que se requerirán esfuerzos sostenidos a largo plazo para la recuperación.