Mundo

El turismo en la Antártida se dispara por el efecto TikTok, generando riesgos ambientales en el hábitat de los pingüinos

La afluencia de turistas a la Antártida ha alcanzado cifras históricas, triplicando las visitas en las últimas dos décadas, impulsada por la influencia de redes sociales como TikTok. Sin embargo, esta tendencia plantea graves preocupaciones sobre el impacto ecológico y cultural en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta.

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El turismo en la Antártida se dispara por el efecto TikTok, generando riesgos ambientales en el hábitat de los pingüinos

La afluencia de turistas a la Antártida ha alcanzado cifras históricas, triplicando las visitas en las últimas dos décadas, impulsada por la influencia de redes sociales como TikTok. Sin embargo, esta tendencia plantea graves preocupaciones sobre el impacto ecológico y cultural en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta.

“El turismo está promoviendo conductas inapropiadas que podrían introducir especies invasoras y dañar el ecosistema antártico”

- Advirtió la geógrafa Anne Hardy.

3/3/2025

El turismo en la Antártida ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, alcanzando aproximadamente 125,000 visitantes en 2024. Esto representa un aumento del 16% en comparación con las cifras del año anterior y un crecimiento drástico desde hace dos décadas, cuando menos de 20,000 personas visitaban el continente blanco anualmente. Este auge está fuertemente relacionado con el "efecto TikTok", ya que plataformas como esta popular red social han jugado un papel crucial al viralizar contenido donde turistas aparecen desarrollando actividades llamativas como bailar entre icebergs, bañarse disfrazados de pingüinos o participar en fiestas temáticas en cruceros de lujo.

Entre las opciones de transporte para estos viajeros destaca el crucero de lujo Roald Amundsen, que alberga a unos 500 pasajeros con precios que van desde los 20,000 euros por persona por experiencia básica hasta 50,000 euros en cabinas de lujo para viajes de 18 días. Asimismo, existen alternativas más económicas, como el crucero Hondius, cuyos paquetes se inician en los 10,000 euros. Sin embargo, este panorama económico contrasta con las preocupaciones medioambientales que genera esta masiva actividad.

La geógrafa Anne Hardy alertó sobre las conductas de los turistas que, en ocasiones, conllevan riesgos irreversibles para este frágil ecosistema. Por ejemplo, se ha detectado que los visitantes liberan cremas solares en el agua, lo que puede afectar gravemente a la vida marina. Además, estas actividades humanas podrían introducir especies invasoras que alteren el equilibrio ecológico único de la región.

Regulaciones específicas buscan mitigar los impactos negativos. Entre las condiciones de visita, se limita el acceso simultáneo a un máximo de 100 personas por playa, y cada grupo debe estar supervisado por al menos un guía por cada 20 visitantes. Pese a esto, no siempre se respetan las normas, pues recientemente se reportó un lamentable caso de vandalismo: un grafiti de siete metros apareció en una estación ballenera abandonada, construida en 1911 y en desuso desde 1931, causando alarma entre las organizaciones de turismo.

El turismo también impacta sitios históricos relevantes en la zona, como la base española Gabriel de Castilla, ubicada en la Isla Decepción y operativa desde 1989. Esta isla, cargada de interés cultural e histórico, alberga una estación ballenera cuyo cementerio contiene 35 tumbas y restos de antiguas estructuras. Sin embargo, el flujo constante de visitantes pone en riesgo su conservación.

Ante esta alarmante situación, se está evaluando la aplicación de medidas regulatorias más estrictas, como la implementación de una tasa ecológica. Este impuesto serviría para recaudar fondos destinados a la protección y sostenibilidad del ecosistema antártico, aunque aún no se han establecido los detalles ni los montos de dicha propuesta.

La relación entre el turismo y las plataformas digitales también ha sido un factor clave en este incremento de visitantes, ya que las imágenes virales actúan como un imán para nuevos viajes. Aunque esta tendencia ha contribuido a la popularización del continente, también ha enfatizado la necesidad de medidas más estrictas que equilibren el interés turístico con la preservación ambiental y cultural.

La Isla Decepción, uno de los lugares más populares para los turistas en la Antártida, es en realidad un volcán activo cuya peculiar forma de herradura le permite ofrecer un puerto natural único en el continente blanco.

Algo Curioso

“El turismo está promoviendo conductas inapropiadas que podrían introducir especies invasoras y dañar el ecosistema antártico”

- Advirtió la geógrafa Anne Hardy.

Mar 3, 2025
Colglobal News

El turismo en la Antártida ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, alcanzando aproximadamente 125,000 visitantes en 2024. Esto representa un aumento del 16% en comparación con las cifras del año anterior y un crecimiento drástico desde hace dos décadas, cuando menos de 20,000 personas visitaban el continente blanco anualmente. Este auge está fuertemente relacionado con el "efecto TikTok", ya que plataformas como esta popular red social han jugado un papel crucial al viralizar contenido donde turistas aparecen desarrollando actividades llamativas como bailar entre icebergs, bañarse disfrazados de pingüinos o participar en fiestas temáticas en cruceros de lujo.

Entre las opciones de transporte para estos viajeros destaca el crucero de lujo Roald Amundsen, que alberga a unos 500 pasajeros con precios que van desde los 20,000 euros por persona por experiencia básica hasta 50,000 euros en cabinas de lujo para viajes de 18 días. Asimismo, existen alternativas más económicas, como el crucero Hondius, cuyos paquetes se inician en los 10,000 euros. Sin embargo, este panorama económico contrasta con las preocupaciones medioambientales que genera esta masiva actividad.

La geógrafa Anne Hardy alertó sobre las conductas de los turistas que, en ocasiones, conllevan riesgos irreversibles para este frágil ecosistema. Por ejemplo, se ha detectado que los visitantes liberan cremas solares en el agua, lo que puede afectar gravemente a la vida marina. Además, estas actividades humanas podrían introducir especies invasoras que alteren el equilibrio ecológico único de la región.

Regulaciones específicas buscan mitigar los impactos negativos. Entre las condiciones de visita, se limita el acceso simultáneo a un máximo de 100 personas por playa, y cada grupo debe estar supervisado por al menos un guía por cada 20 visitantes. Pese a esto, no siempre se respetan las normas, pues recientemente se reportó un lamentable caso de vandalismo: un grafiti de siete metros apareció en una estación ballenera abandonada, construida en 1911 y en desuso desde 1931, causando alarma entre las organizaciones de turismo.

El turismo también impacta sitios históricos relevantes en la zona, como la base española Gabriel de Castilla, ubicada en la Isla Decepción y operativa desde 1989. Esta isla, cargada de interés cultural e histórico, alberga una estación ballenera cuyo cementerio contiene 35 tumbas y restos de antiguas estructuras. Sin embargo, el flujo constante de visitantes pone en riesgo su conservación.

Ante esta alarmante situación, se está evaluando la aplicación de medidas regulatorias más estrictas, como la implementación de una tasa ecológica. Este impuesto serviría para recaudar fondos destinados a la protección y sostenibilidad del ecosistema antártico, aunque aún no se han establecido los detalles ni los montos de dicha propuesta.

La relación entre el turismo y las plataformas digitales también ha sido un factor clave en este incremento de visitantes, ya que las imágenes virales actúan como un imán para nuevos viajes. Aunque esta tendencia ha contribuido a la popularización del continente, también ha enfatizado la necesidad de medidas más estrictas que equilibren el interés turístico con la preservación ambiental y cultural.

La Isla Decepción, uno de los lugares más populares para los turistas en la Antártida, es en realidad un volcán activo cuya peculiar forma de herradura le permite ofrecer un puerto natural único en el continente blanco.

El turismo en la Antártida ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, alcanzando aproximadamente 125,000 visitantes en 2024. Esto representa un aumento del 16% en comparación con las cifras del año anterior y un crecimiento drástico desde hace dos décadas, cuando menos de 20,000 personas visitaban el continente blanco anualmente. Este auge está fuertemente relacionado con el "efecto TikTok", ya que plataformas como esta popular red social han jugado un papel crucial al viralizar contenido donde turistas aparecen desarrollando actividades llamativas como bailar entre icebergs, bañarse disfrazados de pingüinos o participar en fiestas temáticas en cruceros de lujo.

Entre las opciones de transporte para estos viajeros destaca el crucero de lujo Roald Amundsen, que alberga a unos 500 pasajeros con precios que van desde los 20,000 euros por persona por experiencia básica hasta 50,000 euros en cabinas de lujo para viajes de 18 días. Asimismo, existen alternativas más económicas, como el crucero Hondius, cuyos paquetes se inician en los 10,000 euros. Sin embargo, este panorama económico contrasta con las preocupaciones medioambientales que genera esta masiva actividad.

La geógrafa Anne Hardy alertó sobre las conductas de los turistas que, en ocasiones, conllevan riesgos irreversibles para este frágil ecosistema. Por ejemplo, se ha detectado que los visitantes liberan cremas solares en el agua, lo que puede afectar gravemente a la vida marina. Además, estas actividades humanas podrían introducir especies invasoras que alteren el equilibrio ecológico único de la región.

Regulaciones específicas buscan mitigar los impactos negativos. Entre las condiciones de visita, se limita el acceso simultáneo a un máximo de 100 personas por playa, y cada grupo debe estar supervisado por al menos un guía por cada 20 visitantes. Pese a esto, no siempre se respetan las normas, pues recientemente se reportó un lamentable caso de vandalismo: un grafiti de siete metros apareció en una estación ballenera abandonada, construida en 1911 y en desuso desde 1931, causando alarma entre las organizaciones de turismo.

El turismo también impacta sitios históricos relevantes en la zona, como la base española Gabriel de Castilla, ubicada en la Isla Decepción y operativa desde 1989. Esta isla, cargada de interés cultural e histórico, alberga una estación ballenera cuyo cementerio contiene 35 tumbas y restos de antiguas estructuras. Sin embargo, el flujo constante de visitantes pone en riesgo su conservación.

Ante esta alarmante situación, se está evaluando la aplicación de medidas regulatorias más estrictas, como la implementación de una tasa ecológica. Este impuesto serviría para recaudar fondos destinados a la protección y sostenibilidad del ecosistema antártico, aunque aún no se han establecido los detalles ni los montos de dicha propuesta.

La relación entre el turismo y las plataformas digitales también ha sido un factor clave en este incremento de visitantes, ya que las imágenes virales actúan como un imán para nuevos viajes. Aunque esta tendencia ha contribuido a la popularización del continente, también ha enfatizado la necesidad de medidas más estrictas que equilibren el interés turístico con la preservación ambiental y cultural.

La Isla Decepción, uno de los lugares más populares para los turistas en la Antártida, es en realidad un volcán activo cuya peculiar forma de herradura le permite ofrecer un puerto natural único en el continente blanco.

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