El 29 de mayo de 2025, la Casa Blanca confirmó la salida de Elon Musk como asesor especial del presidente Donald Trump, poniendo fin a una gestión que duró 130 días, límite máximo permitido por la ley para empleados temporales del gobierno federal. Durante este período, Musk tuvo la encomienda de reducir el gasto gubernamental y reorganizar la burocracia federal a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE).
La decisión de Musk fue anunciada un día después de sus declaraciones públicas contra el proyecto de ley fiscal central de la administración Trump, conocido como el “Big Beautiful Bill”. Musk criticó abiertamente el plan, calificándolo como un “masivo proyecto de gasto” que comprometería los esfuerzos para racionalizar el gasto público. Entre los principales puntos de controversia, el proyecto fiscal contempla recortes de impuestos y un incremento en el gasto en defensa, medidas que estimaciones preliminares apuntan a que podrían aumentar el déficit federal en 3.8 billones de dólares durante los próximos diez años.
En el ámbito de recursos humanos federales, la gestión de Musk en DOGE logró una reducción de 260,000 empleos en la fuerza laboral civil, que contaba inicialmente con 2.3 millones de empleados, lo que equivale a una disminución aproximada del 12%. Sin embargo, varios despidos fueron revertidos por decisión de jueces federales, lo que resultó en la reinstalación de parte del personal afectado.
El desempeño de Musk dentro del ejecutivo estuvo marcado por tensiones internas y la resistencia de otros altos funcionarios, obstáculos que complicaron la implementación de sus reformas. Musk expresó que la situación de la burocracia federal era considerablemente más compleja de lo que había anticipado, experimentando frustración por la falta de respaldo a sus proyectos de austeridad.
En cuanto al financiamiento político, Musk había invertido cerca de 300 millones de dólares en respaldar la campaña presidencial de Trump y otros candidatos republicanos, pero tras su salida, anunció que reduciría su apoyo económico en este ámbito. Entre sus compromisos, Musk prometió 100 millones de dólares a grupos ligados al equipo de Trump antes de las elecciones intermedias de 2026, sin que estos fondos hayan sido entregados hasta el momento.
La salida de Musk se produjo de forma abrupta y no fue comunicada previamente al presidente Trump. Tras el anuncio, la Casa Blanca inició de inmediato el proceso administrativo para dar por concluida la relación laboral. Por su parte, Trump declaró que su agenda fiscal aún tenía margen para ajustes y defendió los pilares del “Big Beautiful Bill”.
En el contexto empresarial, Musk manifestó su intención de volver a concentrarse en sus funciones ejecutivas en Tesla y SpaceX, compañías que atravesaban presiones externas. Las ventas de Tesla sufrieron una caída del 13% en el primer trimestre de 2025, representando la mayor baja trimestral en la historia de la compañía. Paralelamente, activistas promovieron boicots contra Tesla, lo que derivó en episodios de violencia y vandalismo en distintos concesionarios de la marca.
La salida de Musk resalta las profundas diferencias sobre política fiscal y control del gasto dentro del gobierno del presidente Trump, en un momento en que la estabilidad financiera y la reforma gubernamental ocupan un lugar central en el debate público.