El jueves, fuerzas especiales rusas llevaron a cabo una operación en un centro de detención preventiva en la ciudad sureña de Rostov, donde seis prisioneros tomaron como rehenes a dos guardias. Los prisioneros resultaron ser miembros del grupo Estado Islámico y estaban condenados por delitos de terrorismo. La situación de secuestro comenzó cuando los hombres lograron derribar las barras de la ventana de su celda, descender varios pisos por una cuerda improvisada y tomar como rehenes a los guardias, armados con un cuchillo y un hacha de incendios.
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El evento generó gran suspense, ya que antes del asalto final, uno de los reclusos fue visto brandando un cuchillo junto a uno de los guardias atados. Las imágenes difundidas a través de canales de Telegram rusos mostraron intensos disparos automáticos y, posteriormente, a los seis secuestradores muertos en charcos de sangre. Afortunadamente, los rehenes resultaron ilesos y fueron liberados sin sufrir ningún daño.
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Los secuestradores, originarios de Ingushetia, ya tenían antecedentes de terrorismo, con tres de ellos detenidos en 2022 por planear un ataque en un tribunal de Karachay-Cherkessia, otra república rusa. Según las autoridades, esta no es la primera vez que estos individuos intentan perpetrar actos violentos, lo que subraya la gravedad del incidente y la amenaza que representaban.
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La acción rápida y coordinada de las fuerzas especiales fue fundamental para evitar un desenlace trágico. La operación incluyó el uso de equipos tácticos y armas automáticas, y fue realizada en una franja de tiempo crítica para asegurar la vida de los rehenes y neutralizar la amenaza. Las imágenes y testimonios de la operación subrayaron la efectividad y el arrojo de las fuerzas implicadas.