En Gambia, se ha planteado un proyecto de ley para derogar la prohibición de la mutilación genital femenina (MGF), una práctica condenada internacionalmente que se lleva a cabo, especialmente, en ciertas regiones de África. Esta medida ha suscitado un profundo temor entre activistas y organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, quienes ven en esta acción un posible retroceso en los esfuerzos realizados para erradicar la MGF. La legislación actual, que prohíbe la MGF en Gambia, se estableció en 2015, y su posible revocación ha generado preocupación no solo localmente sino también en la comunidad internacional.
La discusión sobre la derogación de la ley ha reavivado debates sobre los derechos de las mujeres, la autonomía corporal y la influencia de las tradiciones y creencias religiosas en las políticas de salud y derechos humanos. Activistas como Jaha Dukureh, fundadora de Safe Hands for Girls, han denunciado la presión ejercida por grupos conservadores que ven en la MGF una práctica cultural o religiosa legítima. Dukureh, quien personalmente ha experimentado las consecuencias de la MGF, ha sido una voz destacada en la lucha contra esta práctica, argumentando que su derogación podría abrir la puerta a futuros retrocesos en otros derechos de las mujeres en Gambia.
El Parlamento de Gambia ha enviado el proyecto de ley a un comité para su revisión y debate, prolongando la incertidumbre sobre el futuro de la prohibición. Este período de deliberación es crítico, ya que ofrece tanto a los defensores como a los opositores de la MGF la oportunidad de influir en la opinión pública y en las decisiones legislativas. El debate ha trascendido las fronteras de Gambia, captando la atención internacional y poniendo de manifiesto las tensiones entre los avances en derechos humanos y las tradiciones culturales arraigadas.
Mientras tanto, la sociedad gambiana permanece dividida. Por un lado, algunos argumentan que la prohibición de la MGF es un atentado contra las tradiciones y la libertad religiosa; por otro, los defensores de los derechos de las mujeres sostienen que la MGF constituye una violación grave de los derechos humanos y tiene consecuencias devastadoras para la salud de las mujeres y niñas. Este dilema refleja la compleja interacción entre el cambio social, los derechos humanos y las tradiciones culturales en Gambia y otras regiones donde la MGF sigue siendo una práctica prevalente.