Amber Pearson, una residente de Oregon, ha vivido con un severo trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) desde su adolescencia, llevándola a lavarse las manos hasta sangrar y a pasar horas verificando puertas y ventanas. Su vida cambió radicalmente tras recibir un implante cerebral revolucionario, el primero en su tipo, diseñado para tratar tanto su TOCcomo su epilepsia. Este avance médico no solo ha mejorado significativamente su calidad de vida, sino que también ha abierto nuevas posibilidades en el tratamiento de estas condiciones.

El implante, del tamaño de una curita, se coloca dentro del cráneo y está conectado mediante cables al cerebro. Funciona detectando patrones de actividad cerebral que preceden a las convulsiones epilépticas o los pensamientos compulsivos, enviando pulsos eléctricos a las regiones afectadas para interrumpir la actividad neural no deseada. Este enfoque, similar al de un marcapasos para el corazón, busca restablecer los circuitos cerebrales anormales.
La decisión de tratar a Pearson con estimulación cerebral profunda (DBS) surgió después de que terapias convencionales y medicamentos no lograran aliviar sus síntomas. La FDA ha aprobado el DBS para controlar temblores en pacientes con enfermedad de Parkinson desde 1997 y, como último recurso, para el tratamiento del TOC. La intervención en Pearson, realizada en 2019 en la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon, ha sido documentada como un éxito, reduciendo significativamente el tiempo que dedica a sus compulsiones de ocho horas diarias a aproximadamente 30 minutos.