Los incendios forestales que han asolado la región central de Chile, especialmente en áreas turísticas como Valparaíso y Viña del Mar, han resultado en una tragedia sin precedentes para el país. Con al menos 64 personas fallecidas, las autoridades advierten que el número de víctimas podría seguir aumentando a medida que los equipos de rescate alcanzan las zonas más afectadas. Estos incendios, que comenzaron a propagarse con intensidad a finales de enero, han devastado miles de hectáreas, destruido hogares y dejado a comunidades enteras en escombros, obligando a miles de personas a evacuar sus hogares.
La rápida propagación de las llamas ha sido alimentada por una combinación de altas temperaturas, vientos fuertes y una prolongada sequía, complicando enormemente los esfuerzos de contención. El presidente Gabriel Boric, quien declaró estado de emergencia y días de luto nacional, ha prometido apoyo gubernamental para las víctimas y la reconstrucción de las áreas afectadas. La magnitud de esta catástrofe ha sido tal que incluso ha requerido la implementación de toques de queda en ciudades clave para facilitar las operaciones de rescate y evitar el saqueo.

Los testimonios de los sobrevivientes y las imágenes que circulan en los medios y redes sociales muestran la desolación y el miedo que se apoderó de las comunidades mientras las llamas avanzaban sin control. Familias enteras han perdido sus hogares, y muchos han tenido que huir precipitadamente, enfrentándose a la incertidumbre de no saber qué será de sus vidas. La respuesta del gobierno, aunque rápida y coordinada, se ve desafiada por la escala y la intensidad de los incendios, considerados los más mortíferos en la historia reciente de Chile.