La enfermedad del desgaste crónico (CWD) ha sido detectada en más de 800 muestras de ciervos, alces y renos solo en Wyoming, evidenciando la magnitud y urgencia del problema. Los priones, causantes de esta enfermedad, son proteínas mal plegadas que inducen el mal plegamiento de proteínas normales en el cerebro, llevando a la degeneración neurológica. Esta característica hace que las enfermedades priónicas sean especialmente alarmantes, ya que son extremadamente resistentes y pueden persistir en el medio ambiente durante años, resistiendo métodos de desinfección tradicionales como el formaldehído, la radiación y la incineración a temperaturas extremas.
La propagación de la CWD no solo representa un riesgo ecológico significativo, sino que también plantea potenciales riesgos para la salud humana. Aunque no hay evidencia concluyente de que la CWD pueda infectar directamente a los humanos, la posibilidad sigue siendo un punto de preocupación. Enfermedades priónicas como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) en humanos y la enfermedad de las vacas locas en el ganado han demostrado que pueden cruzar la barrera de especies, con consecuencias devastadoras.

La falta de casos confirmados de CWD en humanos no disminuye las preocupaciones, ya que estudios han mostrado que los priones responsables de la CWD pueden infectar y propagarse dentro de células humanas en condiciones de laboratorio, elevando el espectro de una posible transmisión. Además, los humanos ya están inadvertidamente expuestos a animales potencialmente infectados al cazar y consumir su carne. Se estima que entre 7,000 y 15,000 animales infectados con CWD fueron consumidos anualmente por humanos en 2017, con proyecciones que indican un aumento anual del 20%.