La situación en Gaza es desesperada. Najwa, una palestina de 51 años, empleada de una organización humanitaria internacional, relata la angustia de vivir en medio del conflicto. A altas horas de la noche, su hija Salma le pide que le cubra las orejas para no escuchar el estruendo de las bombas. Sara, su hija menor, ha perdido el apetito y vive en un estado de constante temor. La familia reside en el campo de refugiados de Nuseirat, una zona que, a pesar de ser designada como segura por el ejército israelí, sufre bombardeos constantes.
Najwa y su familia han dado refugio a otras tres familias, sumando un total de siete niños de entre 1 y 10 años. La impotencia de no poder garantizar la seguridad de sus hijos es una carga emocional que muchos padres en Gaza llevan a cuestas. La falta de electricidad y recursos básicos agrava la situación, dejando a las familias en una oscuridad literal y figurada.
Según la ONG Save The Children, un niño muere en Gaza cada 10 minutos. De los casi 4,000 menores fallecidos, la mayoría permanece anónima, siendo solo cifras en un conflicto que parece no tener fin. Estos niños son víctimas inocentes, atrapados en un fuego cruzado que no entienden pero que les arrebata sus vidas y sueños.
La desesperación se siente en cada rincón de Gaza. Las familias luchan por sobrevivir, buscando refugio y protección para sus hijos. Las imágenes de niños heridos y desplazados son un recordatorio constante de la crueldad del conflicto y de la urgente necesidad de encontrar una solución pacífica.