El 30 de diciembre de 2019, el mundo aún desconocía la magnitud de lo que se avecinaba. En esa fecha, el oftalmólogo Li Wenliang, trabajando en el Hospital Central de Wuhan, envió un mensaje a sus colegas advirtiendo sobre una extraña neumonía de origen desconocido. Este acto, que más tarde se revelaría como una advertencia temprana crucial sobre el COVID-19, marcó el inicio de una serie de eventos que transformarían su vida y la percepción pública sobre la crisis sanitaria emergente.
Li Wenliang, de 34 años, observó similitudes entre los casos que estaba viendo y el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), que había causado una epidemia en 2003. Su intención era alertar discretamente a sus colegas, pero su mensaje se difundió rápidamente, atrayendo la atención de las autoridades. El 3 de enero de 2020, fue reprendido por la policía y acusado de "difundir rumores falsos". Esta acción de las autoridades chinas fue un intento de silenciar las advertencias tempranas sobre el virus, una decisión que más tarde recibiría críticas a nivel mundial.
El 8 de enero, Li Wenliang atendió a una paciente con glaucoma, sin saber que ella era portadora del virus. Pocos días después, comenzó a experimentar síntomas de la enfermedad, y el 1 de febrero fue diagnosticado con el nuevo coronavirus. Su condición se deterioró rápidamente, y el 6 de febrero de 2020, en medio de una confusión sobre su estado de salud, Li Wenliang falleció, convirtiéndose en un mártir de la pandemia y un símbolo de la lucha por la libertad de expresión.
La muerte de Li Wenliang desató una ola de indignación en China y en todo el mundo. Su caso puso de relieve las consecuencias de la censura y la falta de transparencia en los momentos críticos de una crisis de salud pública. La comunidad internacional, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), rindió homenaje a su valentía y su esfuerzo por alertar al mundo sobre el peligro inminente.