Un devastador ataque aéreo llevado a cabo por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en la ciudad de Rafah, al sur de Gaza, ha resultado en la muerte de al menos 45 personas, incluyendo mujeres y niños. La ofensiva, dirigida contra un campamento de desplazados palestinos, desencadenó una explosión masiva y provocó intensos incendios en la zona. Además de las vidas perdidas, más de 200 personas resultaron heridas en el incidente.
La IDF afirmó que el objetivo del ataque era eliminar a dos altos comandantes de Hamas, a quienes describieron como "terroristas de alto rango". La operación se justificó señalando que Hamas había lanzado previamente ocho cohetes hacia Tel Aviv, la mayoría de los cuales fueron interceptados por los sistemas de defensa aérea. A pesar de estos objetivos militares, la ubicación afectada estaba densamente poblada por familias desplazadas que se refugiaban cerca de una instalación de las Naciones Unidas.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó el ataque como una "tragedia", una declaración que fue recibida con escepticismo internacional dado el alto número de víctimas civiles. Líderes mundiales y organizaciones no gubernamentales condenaron el ataque, y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU describió la situación en el campamento como "un infierno en la tierra". La administración de Netanyahu enfrenta una investigación interna ordenada por el asesor legal militar de Israel, quien ha instruido revisar las circunstancias del ataque.
En respuesta, diversos líderes globales han pedido un cese inmediato de las hostilidades. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) ha llamado a la comunidad internacional a tomar medidas urgentes para detener el conflicto y proteger a la población civil. El ataque ha intensificado la crisis humanitaria en Gaza, con miles de personas desplazadas y en situación crítica.