La investigación sobre la presencia y efectos de los nanoplásticos en el cuerpo humano ha cobrado un nuevo impulso gracias a avances tecnológicos que permiten detectar estas partículas con mayor precisión. Un estudio liderado por Marja H. Lamoree, de la Universidad Libre de Ámsterdam, encontró partículas de plástico en el 77% de las muestras de sangre analizadas, lo que sugiere una preocupante omnipresencia de estos materiales en nuestro entorno. La detección de microplásticos en la placenta por un equipo italiano en 2021 y posteriormente en la leche materna, subraya la capacidad de estas partículas para superar barreras biológicas previamente consideradas infranqueables, planteando serias preguntas sobre su impacto en la salud humana y en el desarrollo de los bebés.
La preocupación por los microplásticos no es nueva, pero la evidencia de su capacidad para acumularse en los tejidos humanos ha transformado la percepción de su peligro potencial. Los métodos de detección avanzados han revelado que estas partículas, algunas más pequeñas que bacterias, pueden ingresar a nuestro organismo no solo a través de la ingesta, sino también por inhalación, dada su presencia en el aire. Este hallazgo es particularmente alarmante considerando que los pulmones humanos filtran unos 12.000 litros de aire al día, exponiéndonos continuamente a una mezcla de micro y nanoplásticos y sus aditivos asociados, junto con otros contaminantes.
La investigación sugiere que los nanoplásticos pueden tener efectos adversos en la salud, incluyendo la alteración de la respuesta inflamatoria y la toxicidad celular. Aunque aún no se ha establecido una certeza absoluta sobre su impacto en humanos, los estudios en modelos celulares y animales indican que estos materiales podrían, a largo plazo, contribuir a problemas de salud significativos. La interacción de los nanoplásticos con microorganismos patógenos también es motivo de preocupación, ya que pueden facilitar infecciones más virulentas al modificar la respuesta inmunitaria o al transportar bacterias directamente a través de las barreras celulares.
El desafío que representan los nanoplásticos es multifacético, no solo por su omnipresencia y capacidad para integrarse en los tejidos humanos, sino también por la complejidad de evaluar su toxicidad. Los plásticos que entran en contacto con alimentos son diseñados para ser no tóxicos, pero su degradación y la interacción con otros elementos en el medio ambiente pueden alterar sus propiedades, generando nuevos riesgos. La investigación en este campo está aún en sus etapas iniciales, y aunque se están desarrollando técnicas para cuantificar e identificar los diferentes tipos de plásticos y sus efectos, la tarea es monumental dada la variedad de plásticos y su ubicuidad en el entorno moderno.