En Belén, la ciudad que vio nacer la historia de la Navidad, este año se respira un ambiente de tristeza y desolación. La tradicional escena del nacimiento en la iglesia luterana evangélica ha sido reemplazada por una representación más sombría: un muñeco que representa al niño Jesús, envuelto en un keffiyeh palestino, yace entre escombros y bloques rotos. Esta imagen simboliza la dura realidad que enfrentan los niños palestinos, especialmente en Gaza, donde el reciente conflicto con Israel ha dejado un saldo devastador.
La economía de Belén, que depende en gran medida del turismo y las peregrinaciones, se ha visto gravemente afectada. Según el alcalde Hana Haniyeh, aproximadamente el 70% de la economía local depende de los visitantes internacionales. Este año, sin embargo, las calles y plazas de Belén están vacías. Los puntos de control israelíes y el muro de separación han dificultado el acceso a la ciudad, agravando la crisis económica.
Manger Square, el corazón de Belén y lugar habitual de reunión para turistas durante diciembre, se encuentra gris y vacío. La ausencia de la tradicional decoración navideña y el árbol de Navidad reflejan el luto que embarga a la ciudad. En lugar de celebraciones, se han desplegado pancartas pidiendo el cese del genocidio y el levantamiento del bloqueo en Gaza.
El conflicto entre Israel y Hamas ha tenido un impacto profundo en la comunidad cristiana de Belén y en toda la región. La guerra ha dejado miles de muertos y heridos, y ha exacerbado las tensiones en una zona ya marcada por décadas de conflicto. La decisión de cancelar las celebraciones navideñas es un acto de solidaridad con las víctimas y una expresión del dolor que siente la comunidad.