La presidencia de Colombia se ha visto sacudida por un nuevo escándalo de corrupción, que ha llevado al presidente Gustavo Petro a solicitar la renuncia de su consejera para las regiones, Sandra Ortiz, y del secretario de Transparencia, Andrés Idárraga. La controversia gira en torno a la adquisición de carrotanques para abastecer de agua a la región de La Guajira, un área crónica y severamente afectada por la escasez de este recurso vital.
Los hechos salieron a la luz tras una serie de investigaciones que revelaron sobreprecios y posible corrupción en las contrataciones públicas de la Unidad para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), cuyo entonces subdirector, Sneyder Pinilla, admitió haber entregado millones de pesos en sobornos a cambio de favores políticos para impulsar iniciativas del gobierno en el Congreso.
En respuesta a estas acusaciones, Ortiz y Idárraga han negado las imputaciones, alegando ser objeto de una campaña para desviar la atención de los verdaderos culpables y proteger sus reputaciones. Sin embargo, la presión pública y política ha aumentado, forzando al presidente a actuar decisivamente para preservar la credibilidad de su administración.
Esta medida se produce en un momento delicado para el gobierno, que intenta reforzar su imagen y lidiar con diversas controversias políticas y sociales, lo que subraya la necesidad de transparencia y ética en la gestión pública. La decisión de Petro de apartar a estos funcionarios refleja su compromiso declarado con combatir la corrupción, un pilar central de su plataforma política.