El miércoles, miles de israelíes salieron a las calles de Jerusalén para manifestarse contra la gestión del Primer Ministro Benjamin Netanyahu, marcando uno de los episodios de mayor tensión política interna en el país en los últimos meses. Los manifestantes, que se concentraron frente al edificio del Parlamento israelí, criticaron enérgicamente las políticas del mandatario, señalando que estas amenazan los pilares democráticos del Estado de Israel. Exigieron, además, el inicio de un nuevo alto el fuego en Gaza como medida para garantizar la seguridad de los rehenes que permanecen en la región bajo control de Hamás.
El descontento social coincidió con la reciente incursión militar israelí en la Franja de Gaza, realizada en la madrugada del martes. Este ataque marcó el fin de una tregua temporal que había comenzado en enero. Según el propio Netanyahu, esta ofensiva tiene como objetivo incrementar la presión sobre Hamás para que proceda a la liberación de los rehenes tomando como base un enfoque de "negociaciones bajo fuego". Estas acciones se producen después de semanas de intentos fallidos de mediación.

Las circunstancias se han visto agravadas por una percepción de desmoronamiento de la unidad nacional que había caracterizado a Israel durante los primeros días de la guerra en Gaza, desencadenada el 7 de octubre de 2023 tras un ataque liderado por Hamás contra el sur del país. Críticos del Primer Ministro sostienen que las iniciativas políticas recientes apuntan a fortalecer su posición personal y su coalición de derecha, especialmente ante la inminente votación presupuestaria a finales de diciembre.
Entre las medidas más rechazadas está la posible destitución del jefe de la agencia de inteligencia interna de Israel, anunciada por Netanyahu, quien justificó la iniciativa en "falta de confianza personal". Esto ha generado temor en la población sobre la intención del gobierno de debilitar los organismos de control estatales y de priorizar grados de lealtad en nuevos nombramientos, lo que es visto como una amenaza directa contra la democracia.
Además, como parte de las protestas de este miércoles, se bloquearon importantes vialidades que conectan con Jerusalén desde las primeras horas del día. Las manifestaciones recordaron las tumultuosas escenas de los meses previos a la guerra, cuando los planes del gobierno de limitar los poderes del poder judicial habían desatado una amplia ola de inconformidad popular. En aquel momento, autoridades y analistas de seguridad alertaron sobre la vulnerabilidad interna que esto suponía para Israel frente a amenazas externas.

El líder de la oposición centrista, Yair Lapid, usó las redes sociales para llamar a la ciudadanía a movilizarse: “Este gobierno no se detiene en rojo”, escribió en un mensaje el miércoles por la mañana. Lapid subrayó la importancia de una "unidad auténtica" del pueblo israelí como respuesta a las políticas gubernamentales, y alentó a la población a expresar su rechazo en las calles.
Mientras tanto, las implicaciones de las decisiones militares siguen aumentando las tensiones políticas y sociales dentro del país, convirtiéndose en un punto de convergencia para el descontento acumulado. Los participantes en las manifestaciones sostienen que las recientes acciones del gobierno han profundizado una crisis política interna y reducido la sensación de cohesión nacional, todo esto en un contexto de escalada militar que promete continuar.
Por su parte, Netanyahu ha defendido públicamente las acciones llevadas a cabo por su administración, destacando que la situación en Gaza exige decisiones firmes y continuas. En contraste, las críticas hacia su gobierno siguen aumentando, dividiendo aún más a la sociedad en un momento crítico para la estabilidad del país.