En la reciente elección presidencial en Rusia, Vladimir Putin ha reclamado una victoria contundente, asegurando cerca del 87% de los votos, según las encuestas de salida y los primeros resultados. Este triunfo le otorga a Putin un quinto mandato, fortaleciendo su control sobre el país que ha gobernado desde el cambio de milenio. Las elecciones, sin embargo, han sido ampliamente criticadas tanto dentro como fuera de Rusia, con acusaciones de ser "obviamente no libres ni justas", según observadores internacionales y gobiernos extranjeros.
La oposición en Rusia ha sido efectivamente silenciada, con los principales críticos de Putin o en prisión, exiliados o muertos, como es el caso de Alexei Navalny, quien falleció en prisión un mes antes de las elecciones. La ausencia de competidores creíbles y las restricciones a la libertad de expresión han llevado a cuestionar la legitimidad de estos comicios. En este contexto, la elevada cifra de votos a favor de Putin ha sido vista con escepticismo por muchos, interpretándose como un resultado de manipulación electoral en lugar de un reflejo fiel de la voluntad popular.
A pesar de las garantías de las autoridades electorales rusas de una elección libre y justa, se reportaron numerosos incidentes que ponen en duda estas afirmaciones. Observadores internacionales y medios independientes documentaron prácticas como el relleno de urnas, la coerción de votantes y un acceso desproporcionado de Putin a los medios estatales. Además, la participación en los territorios ocupados de Ucrania ha sido denunciada como ilegal y un desprecio a los principios de soberanía e integridad territorial.