La relatora especial sobre los territorios palestinos, Francesca Albanese, presentó un informe ante un comité de la ONU en el que recomendó considerar la suspensión de Israel como estado miembro. Albanese acusó a Israel de cometer un “genocidio” contra los palestinos, además de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Gaza.
En su intervención, Albanese subrayó que el comportamiento de Israel ha sido deliberadamente destructivo hacia la vida palestina y que ha desafiado numerosas resoluciones de la ONU a lo largo de los años. En el informe, se detalla que Israel ha estado “infligiendo deliberadamente condiciones de vida calculadas para llevar a la destrucción física” del grupo palestino.
Al justificar el uso del término “genocidio”, Albanese enumeró varios actos cometidos por Israel, incluidos el hambre, la tortura, el asesinato, el desplazamiento forzado y la exterminación. También mencionó la transferencia forzada de niños como un acto genocida, que no necesariamente implica muertes pero que contribuye a la destrucción de un grupo.
La situación ha provocado reacciones diversas en el Reino Unido, donde el liderazgo del Partido Laborista ha recibido críticas por no calificar las acciones israelíes como genocidio. Durante una sesión de preguntas al primer ministro, Keir Starmer afirmó no haber descrito la situación en Gaza como genocidio. En la misma línea, el secretario de Relaciones Exteriores, David Lammy, consideró inapropiado el término.
Desde el inicio del conflicto, se estima que más de 42,000 personas han muerto, de las cuales 15,000 son niños. Albanese y otros críticos argumentan que, más allá del número de muertes, se debe considerar la intención detrás de las acciones para definir un genocidio.
El informe y las declaraciones de Albanese han revitalizado el debate internacional sobre la situación en Gaza y el tratamiento de los palestinos por parte de Israel. La gravedad de las acusaciones y las cifras presentadas resaltan la urgencia y el impacto del conflicto en la región. El término “genocidio” fue acuñado en 1944 por Raphael Lemkin, un jurista polaco de origen judío, para describir la sistemática destrucción de un grupo étnico, racial o religioso. La definición que Lemkin propuso fue adoptada por la ONU en 1948 como parte de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.