La incursión ucraniana en Kursk, Rusia, ha planteado nuevos desafíos a la administración de Vladimir Putin. Ucrania ha declarado que controla 74 asentamientos dentro de la región, incluyendo la localidad de Sudzha. Durante estas operaciones, las fuerzas ucranianas han distribuido ayuda humanitaria y reemplazado banderas rusas, lo que subraya su presencia en el terreno.
En respuesta, el Kremlin ha ajustado su discurso, evitando el uso de términos como "invasión" o "control ucraniano". En su lugar, se utilizan eufemismos como "situación" y "provocación armada". Asimismo, la FSB ha declarado que está tomando “medidas” contra lo que describen como un ataque terrorista.
Un episodio notable ocurrió durante una reunión entre Putin y el gobernador de Kursk. Al intentar el gobernador informar sobre los asentamientos capturados, Putin lo interrumpió, pidiéndole que se enfocara en la respuesta humanitaria. Este acto sugiere un esfuerzo por mitigar la ansiedad pública y podría ser interpretado como una táctica para minimizar el problema.
En cuanto a la narrativa mediática, los medios estatales rusos han resaltado la resistencia de las fuerzas locales y la solidaridad ciudadana, evitando enfatizar la presencia ucraniana en territorio ruso. Desde la Segunda Guerra Mundial, no se habían registrado episodios similares de control extranjero sobre territorio ruso.
La percepción pública hasta ahora no ha mostrado un interés significativo en la incursión de Kursk, lo cual podría indicar que la estrategia de normalizar el evento está funcionando. No obstante, la falta de una respuesta más visible y firme por parte de Putin, como visitas a las áreas afectadas o discursos de apoyo, ha suscitado dudas sobre su liderazgo.
Históricamente, la reacción de Putin en esta crisis ha sido comparada con su respuesta durante la crisis del submarino Kursk en 2000, cuando también fue percibido como lento en actuar. La élite rusa observa detenidamente si Putin puede retomar el control después de esta respuesta inicial vacilante.
En resumen, la situación en Kursk representa un desafío importante para Putin, quien enfrenta la difícil tarea de mantener una narrativa de control en medio de la incursión ucraniana y la presión interna y externa sobre su liderazgo. La ocupación de territorio ruso por fuerzas extranjeras no había sido un hecho desde la Segunda Guerra Mundial, haciendo de la incursión ucraniana en Kursk un suceso histórico.