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Tensión en la Casa Blanca: reunión entre Trump y Ramaphosa expone fracturas sobre acusaciones de genocidio blanco en Sudáfrica

El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, intentó sin éxito en Washington desviar la conversación con Donald Trump de las acusaciones infundadas de genocidio blanco, enfrentando así un difícil escenario diplomático que deja en entredicho el futuro de la relación bilateral y económica entre ambos países.

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Tensión en la Casa Blanca: reunión entre Trump y Ramaphosa expone fracturas sobre acusaciones de genocidio blanco en Sudáfrica

El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, intentó sin éxito en Washington desviar la conversación con Donald Trump de las acusaciones infundadas de genocidio blanco, enfrentando así un difícil escenario diplomático que deja en entredicho el futuro de la relación bilateral y económica entre ambos países.

"La actuación de hoy, si no conduce a una reconciliación significativa, sólo creará más presión hacia abajo sobre los sudafricanos pobres que luchan"

– Afirmó Patrick Gaspard, ex embajador de Estados Unidos en Sudáfrica.

22/5/2025

La reunión celebrada en la Oficina Oval entre el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y su homólogo estadounidense Donald Trump estuvo marcada por la controversia. En el encuentro, celebrado este miércoles en la Casa Blanca, Ramaphosa aspiraba a centrar el diálogo en asuntos económicos como los aranceles y el comercio de minerales estratégicos, excluyendo en lo posible las afirmaciones de Trump sobre el supuesto “genocidio blanco” en Sudáfrica, ampliamente desmentidas a nivel global.


Durante los preparativos, la delegación sudafricana evitó incluir en la agenda las acusaciones promovidas por Trump sobre la persecución a la minoría blanca. El objetivo era discutir las exportaciones, la inversión estadounidense —Sudáfrica considera a Estados Unidos su segundo mayor socio comercial— y buscar garantías para el acceso de sus productos al mercado norteamericano, en un contexto de desempleo elevado, desigualdad y violencia que afecta a sudafricanos de todas las razas.


Sin embargo, los intentos de Ramaphosa por establecer un tono distendido naufragaron poco después de iniciado el encuentro. A pesar de ofrecerle a Trump un libro y agradecer la provisión de respiradores durante la pandemia de COVID-19, el líder sudafricano se encontró con un giro inesperado. Trump pidió que se apagaran las luces en la Oficina Oval, y un asistente proyectó durante 40 minutos una serie de videos donde Julius Malema, dirigente político y activista sudafricano, lideraba cánticos de la era del apartheid instando a la violencia contra los afrikáners, comunidad blanca asociada históricamente con el régimen segregacionista.


Al margen de los esfuerzos de Ramaphosa por retomar el rumbo de la conversación, Trump consolidó el eje del debate sobre la situación de los sudafricanos blancos. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, presentó recortes de prensa sobre ataques a blancos sudafricanos. Incluso Retief Goosen, golfista sudafricano invitado para suavizar tensiones, relató cómo su familia emplea una cerca eléctrica y su madre fue víctima de una agresión, reforzando así la narrativa del victimismo blanco.


Durante la transmisión global, Trump llegó a equiparar la situación actual de los blancos en Sudáfrica con las atrocidades cometidas durante el apartheid hacia la mayoría negra, declaración que ha sido calificada por múltiples observadores como falsa e inexacta. A pesar de reiteradas interrupciones, Ramaphosa logró obtener al menos una concesión: Trump no afirmó categóricamente que exista un genocidio de blancos en Sudáfrica, lo que el líder africano consideró un pequeño logro diplomático.


El encuentro se desarrolló mientras se registraba la llegada a Estados Unidos de 59 sudafricanos blancos reconocidos como refugiados por la administración Trump, un hecho que ha añadido tensión a la relación. Ramaphosa expresó su decepción posterior a la reunión, reconociendo que aún queda trabajo por realizar para evitar la imposición de aranceles adicionales y asegurar un nuevo acuerdo comercial.


Tras el diálogo, ambas partes compartieron un almuerzo de trabajo y el presidente sudafricano afirmó que se presentó un marco de negociación para avanzar hacia un acuerdo comercial, con la promesa de abrir nuevos canales de diálogo en el futuro cercano. Además, Trump manifestó su intención de asistir a la próxima cumbre del G20 en Johannesburgo, programada para noviembre de este año, pese a que previamente miembros de su administración sugerían la posibilidad de no participar.


Durante su conferencia de prensa posterior, Ramaphosa subrayó que, una vez apagadas las cámaras, el tono de las conversaciones fue menos polémico, y calificó la visita de “gran éxito”, aunque reconoció la necesidad de fortalecer la recuperación económica y reconstruir los lazos con Washington.


El senador Chris Van Hollen, demócrata de Maryland, advirtió que una posible percepción de aislamiento de Sudáfrica —la mayor economía africana— por parte de la administración Trump podría repercutir también en los intereses de Estados Unidos, abriendo la puerta a una mayor influencia china y de otros adversarios en el continente. Por otro lado, la delegación estadounidense evitó mencionar la acusación de genocidio que Sudáfrica interpuso contra Israel por la guerra en Gaza, asunto que ha amplificado las críticas de Trump hacia el gobierno africano.


El desarrollo de esta reunión evidencia las profundas diferencias en la narrativa y prioridades de ambas administraciones, impactando el futuro de la cooperación política, comercial y migratoria entre Estados Unidos y Sudáfrica, en un contexto regional e internacional cada vez más volátil.

Algo Curioso

"La actuación de hoy, si no conduce a una reconciliación significativa, sólo creará más presión hacia abajo sobre los sudafricanos pobres que luchan"

– Afirmó Patrick Gaspard, ex embajador de Estados Unidos en Sudáfrica.

May 22, 2025
Colglobal News

La reunión celebrada en la Oficina Oval entre el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y su homólogo estadounidense Donald Trump estuvo marcada por la controversia. En el encuentro, celebrado este miércoles en la Casa Blanca, Ramaphosa aspiraba a centrar el diálogo en asuntos económicos como los aranceles y el comercio de minerales estratégicos, excluyendo en lo posible las afirmaciones de Trump sobre el supuesto “genocidio blanco” en Sudáfrica, ampliamente desmentidas a nivel global.


Durante los preparativos, la delegación sudafricana evitó incluir en la agenda las acusaciones promovidas por Trump sobre la persecución a la minoría blanca. El objetivo era discutir las exportaciones, la inversión estadounidense —Sudáfrica considera a Estados Unidos su segundo mayor socio comercial— y buscar garantías para el acceso de sus productos al mercado norteamericano, en un contexto de desempleo elevado, desigualdad y violencia que afecta a sudafricanos de todas las razas.


Sin embargo, los intentos de Ramaphosa por establecer un tono distendido naufragaron poco después de iniciado el encuentro. A pesar de ofrecerle a Trump un libro y agradecer la provisión de respiradores durante la pandemia de COVID-19, el líder sudafricano se encontró con un giro inesperado. Trump pidió que se apagaran las luces en la Oficina Oval, y un asistente proyectó durante 40 minutos una serie de videos donde Julius Malema, dirigente político y activista sudafricano, lideraba cánticos de la era del apartheid instando a la violencia contra los afrikáners, comunidad blanca asociada históricamente con el régimen segregacionista.


Al margen de los esfuerzos de Ramaphosa por retomar el rumbo de la conversación, Trump consolidó el eje del debate sobre la situación de los sudafricanos blancos. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, presentó recortes de prensa sobre ataques a blancos sudafricanos. Incluso Retief Goosen, golfista sudafricano invitado para suavizar tensiones, relató cómo su familia emplea una cerca eléctrica y su madre fue víctima de una agresión, reforzando así la narrativa del victimismo blanco.


Durante la transmisión global, Trump llegó a equiparar la situación actual de los blancos en Sudáfrica con las atrocidades cometidas durante el apartheid hacia la mayoría negra, declaración que ha sido calificada por múltiples observadores como falsa e inexacta. A pesar de reiteradas interrupciones, Ramaphosa logró obtener al menos una concesión: Trump no afirmó categóricamente que exista un genocidio de blancos en Sudáfrica, lo que el líder africano consideró un pequeño logro diplomático.


El encuentro se desarrolló mientras se registraba la llegada a Estados Unidos de 59 sudafricanos blancos reconocidos como refugiados por la administración Trump, un hecho que ha añadido tensión a la relación. Ramaphosa expresó su decepción posterior a la reunión, reconociendo que aún queda trabajo por realizar para evitar la imposición de aranceles adicionales y asegurar un nuevo acuerdo comercial.


Tras el diálogo, ambas partes compartieron un almuerzo de trabajo y el presidente sudafricano afirmó que se presentó un marco de negociación para avanzar hacia un acuerdo comercial, con la promesa de abrir nuevos canales de diálogo en el futuro cercano. Además, Trump manifestó su intención de asistir a la próxima cumbre del G20 en Johannesburgo, programada para noviembre de este año, pese a que previamente miembros de su administración sugerían la posibilidad de no participar.


Durante su conferencia de prensa posterior, Ramaphosa subrayó que, una vez apagadas las cámaras, el tono de las conversaciones fue menos polémico, y calificó la visita de “gran éxito”, aunque reconoció la necesidad de fortalecer la recuperación económica y reconstruir los lazos con Washington.


El senador Chris Van Hollen, demócrata de Maryland, advirtió que una posible percepción de aislamiento de Sudáfrica —la mayor economía africana— por parte de la administración Trump podría repercutir también en los intereses de Estados Unidos, abriendo la puerta a una mayor influencia china y de otros adversarios en el continente. Por otro lado, la delegación estadounidense evitó mencionar la acusación de genocidio que Sudáfrica interpuso contra Israel por la guerra en Gaza, asunto que ha amplificado las críticas de Trump hacia el gobierno africano.


El desarrollo de esta reunión evidencia las profundas diferencias en la narrativa y prioridades de ambas administraciones, impactando el futuro de la cooperación política, comercial y migratoria entre Estados Unidos y Sudáfrica, en un contexto regional e internacional cada vez más volátil.

La reunión celebrada en la Oficina Oval entre el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y su homólogo estadounidense Donald Trump estuvo marcada por la controversia. En el encuentro, celebrado este miércoles en la Casa Blanca, Ramaphosa aspiraba a centrar el diálogo en asuntos económicos como los aranceles y el comercio de minerales estratégicos, excluyendo en lo posible las afirmaciones de Trump sobre el supuesto “genocidio blanco” en Sudáfrica, ampliamente desmentidas a nivel global.


Durante los preparativos, la delegación sudafricana evitó incluir en la agenda las acusaciones promovidas por Trump sobre la persecución a la minoría blanca. El objetivo era discutir las exportaciones, la inversión estadounidense —Sudáfrica considera a Estados Unidos su segundo mayor socio comercial— y buscar garantías para el acceso de sus productos al mercado norteamericano, en un contexto de desempleo elevado, desigualdad y violencia que afecta a sudafricanos de todas las razas.


Sin embargo, los intentos de Ramaphosa por establecer un tono distendido naufragaron poco después de iniciado el encuentro. A pesar de ofrecerle a Trump un libro y agradecer la provisión de respiradores durante la pandemia de COVID-19, el líder sudafricano se encontró con un giro inesperado. Trump pidió que se apagaran las luces en la Oficina Oval, y un asistente proyectó durante 40 minutos una serie de videos donde Julius Malema, dirigente político y activista sudafricano, lideraba cánticos de la era del apartheid instando a la violencia contra los afrikáners, comunidad blanca asociada históricamente con el régimen segregacionista.


Al margen de los esfuerzos de Ramaphosa por retomar el rumbo de la conversación, Trump consolidó el eje del debate sobre la situación de los sudafricanos blancos. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, presentó recortes de prensa sobre ataques a blancos sudafricanos. Incluso Retief Goosen, golfista sudafricano invitado para suavizar tensiones, relató cómo su familia emplea una cerca eléctrica y su madre fue víctima de una agresión, reforzando así la narrativa del victimismo blanco.


Durante la transmisión global, Trump llegó a equiparar la situación actual de los blancos en Sudáfrica con las atrocidades cometidas durante el apartheid hacia la mayoría negra, declaración que ha sido calificada por múltiples observadores como falsa e inexacta. A pesar de reiteradas interrupciones, Ramaphosa logró obtener al menos una concesión: Trump no afirmó categóricamente que exista un genocidio de blancos en Sudáfrica, lo que el líder africano consideró un pequeño logro diplomático.


El encuentro se desarrolló mientras se registraba la llegada a Estados Unidos de 59 sudafricanos blancos reconocidos como refugiados por la administración Trump, un hecho que ha añadido tensión a la relación. Ramaphosa expresó su decepción posterior a la reunión, reconociendo que aún queda trabajo por realizar para evitar la imposición de aranceles adicionales y asegurar un nuevo acuerdo comercial.


Tras el diálogo, ambas partes compartieron un almuerzo de trabajo y el presidente sudafricano afirmó que se presentó un marco de negociación para avanzar hacia un acuerdo comercial, con la promesa de abrir nuevos canales de diálogo en el futuro cercano. Además, Trump manifestó su intención de asistir a la próxima cumbre del G20 en Johannesburgo, programada para noviembre de este año, pese a que previamente miembros de su administración sugerían la posibilidad de no participar.


Durante su conferencia de prensa posterior, Ramaphosa subrayó que, una vez apagadas las cámaras, el tono de las conversaciones fue menos polémico, y calificó la visita de “gran éxito”, aunque reconoció la necesidad de fortalecer la recuperación económica y reconstruir los lazos con Washington.


El senador Chris Van Hollen, demócrata de Maryland, advirtió que una posible percepción de aislamiento de Sudáfrica —la mayor economía africana— por parte de la administración Trump podría repercutir también en los intereses de Estados Unidos, abriendo la puerta a una mayor influencia china y de otros adversarios en el continente. Por otro lado, la delegación estadounidense evitó mencionar la acusación de genocidio que Sudáfrica interpuso contra Israel por la guerra en Gaza, asunto que ha amplificado las críticas de Trump hacia el gobierno africano.


El desarrollo de esta reunión evidencia las profundas diferencias en la narrativa y prioridades de ambas administraciones, impactando el futuro de la cooperación política, comercial y migratoria entre Estados Unidos y Sudáfrica, en un contexto regional e internacional cada vez más volátil.

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