La carrera presidencial en Estados Unidos ha tomado un giro significativo con la renuncia de Joe Biden y la entrada de Kamala Harris a la contienda electoral. Ante este nuevo escenario, Donald Trump ha intensificado su apelación a los evangelistas de derecha, empleando una estrategia que se apoya fuertemente en la retórica religiosa.
Desde 2016, Trump ha logrado captar un apoyo considerable de los nacionalistas cristianos, un grupo que defiende la idea de que Estados Unidos es una nación cristiana. Esta conexión se profundizó después de que los jueces de la Corte Suprema, nombrados por Trump, revocaran Roe v. Wade, la histórica decisión sobre derechos reproductivos.
En el reciente evento Turning Point’s Believers’ Summit, Trump urgió a los cristianos a votar, destacando que, si es elegido, "no tendrían que votar otra vez", sugiriendo una consolidación de poder. Además, propuso la formación de una fuerza de tarea federal para combatir el sesgo anti-cristiano.
El Believers’ Summit congregó a un sector más extremo de los cristianos americanos. En este contexto, la campaña de Trump lanzó la coalición “Believers for Trump”, respaldada por figuras controvertidas como Eric Metaxas. Este grupo ve a Trump como una figura divinamente elegida, comparándolo con figuras bíblicas como el Rey Ciro.
La reciente tentativa de asesinato fallida contra Trump ha reforzado esta creencia entre sus seguidores, muchos de los cuales atribuyen su supervivencia a la intervención divina. En la Convención Nacional Republicana, los oradores subrayaron temas de protección divina sobre Trump, reforzando su significancia religiosa.
Esta estrategia también ha incluido acusaciones de Trump contra Kamala Harris, acusándola de apoyar políticas extremas de aborto, buscando así fortalecer su atractivo entre la base cristiana. No obstante, mientras Trump atrae a un segmento específico de cristianos, otros están alarmados por su retórica y el empoderamiento de los nacionalistas cristianos, temiendo que amenace la democracia pluralista.
El fervor entre sus seguidores religiosos es notorio, ya que son vistos como multiplicadores de fuerza que movilizan activamente a otras personas en sus comunidades, con la convicción de que la elección de Trump es un mandato divino. La distinción entre los partidarios generales de Trump y aquellos con un apego religioso a él es clara: muchos de los últimos lo consideran una figura divinamente designada.
En resumen, la estrategia de Trump refleja un esfuerzo calculado por rally su base evangélica a través de un lenguaje y temas religiosos contundentes, en medio de una competencia política cada vez más intensa. Durante el Believers’ Summit, Trump sugirió que, si ganaba, sus seguidores no necesitarían volver a votar, una declaración sin precedentes en la política estadounidense contemporánea.