El programa espacial tripulado de China, liderado por la Agencia Espacial Tripulada de China (CMSA), avanza con paso firme hacia uno de sus principales objetivos: realizar un alunizaje tripulado en 2030, el primero de este tipo desde el final del programa Apolo estadounidense en 1972. Para conseguirlo, China ha impulsado las pruebas del cohete Larga Marcha 10, un lanzador de tres etapas diseñado para cargas superpesadas, así como de la nave tripulada Mengzhou y el módulo de aterrizaje Lanyue.
En 2024, China alcanzó un récord de 68 lanzamientos orbitales, y para 2025 planea superar los 100 lanzamientos. Entre los hitos técnicos alcanzados se encuentra la finalización, en abril de 2025, de la primera constelación de satélites en el espacio comprendido entre la Tierra y la Luna, infraestructura clave para el control de tráfico y comunicaciones durante las misiones lunares.
El desarrollo de la misión contempla próximas pruebas fundamentales, como simulaciones de emergencia durante el lanzamiento, encendidos de motor del cohete, maniobras de amarre entre los componentes y vuelos a baja altitud con el módulo lunar. Según confirmó Lin Xiqiang, subdirector de la CMSA, todos los elementos esenciales de la misión están progresando según lo previsto.
En el plano internacional, China contrasta con el programa Artemis de Estados Unidos en cuanto a avances. La NASA ha sufrido diversos retrasos y sobrecostes. El primer vuelo tripulado del cohete SLS y de la nave Orion, inicialmente previstos para años anteriores, se han pospuesto a 2026, mientras que el alunizaje de Artemis III ahora se espera para 2027. Problemas técnicos han afectado avances estadounidenses; destacan fallos en el escudo térmico de la nave Orion y diversas pruebas no superadas por el sistema Starship de SpaceX. Los costes excedentes acumulados en el desarrollo del SLS suman 4.300 millones de dólares y tres años de retrasos. Se estima que Artemis III podría limitarse a un ejercicio orbital, sin descenso sobre la superficie lunar.
A mediano plazo, China proyecta la construcción de una base lunar permanente con especial énfasis en la utilización de energía nuclear. Se ha anunciado que, para 2035, China y Rusia colaborarán en la construcción de un reactor nuclear en la superficie lunar, destinado a abastecer energéticamente la base enmarcada en el International Lunar Research Station (ILRS), que permitirá una presencia sostenida en la Luna. El reactor nuclear es considerado indispensable para las operaciones continuas de la base y constituye un pilar del esfuerzo conjunto sino-ruso para garantizar la autosuficiencia energética en el entorno lunar.
Este despliegue de capacidades consolida el liderazgo tecnológico y operativo de China en la actual carrera por el retorno humano a la Luna, marcando un nuevo escenario en la exploración espacial internacional, caracterizado por el incremento de inversiones, la colaboración multinacional y la competencia en la creación de infraestructuras permanentes fuera de la Tierra.