Investigadores de la Universidad de Tokio, liderados por Shoji Takeuchi y Minghao Nie, han dado un paso decisivo en la producción de carne cultivada al conseguir fabricar porciones de carne de pollo de 10 gramos utilizando células de fibroblastos de pollo y un avanzado sistema de fibras huecas. Este sistema incorpora más de 1,000 fibras huecas, similares a los vasos sanguíneos, ensambladas con ayuda robótica, para asegurar la entrega uniforme de nutrientes y oxígeno a cada célula.
Hasta ahora, la carne cultivada se limitaba a tiras delgadas de menos de un milímetro, pero esta nueva tecnología permitió obtener piezas de hasta 2 centímetros de largo y 1 centímetro de grosor con mejor textura y mayor contenido proteico, atributos verificados mediante análisis de marcadores de proteínas y formación de sarcómeros en el tejido muscular.
Las fibras huecas, comúnmente empleadas en filtros de agua y equipos de diálisis, funcionaron como canales internos para la perfusión de nutrientes y oxígeno, solucionando el problema de abastecimiento en tejidos de mayor espesor. El bioreactor diseñado, descrito en la revista Trends in Biotechnology, utiliza fibras semipermeables para evitar fugas, anclajes microfabricados que mejoran la alineación celular y una perfusión activa que optimiza la maduración del tejido.
El proceso permitió obtener carne de pollo a partir de una línea celular inmortalizada (UMNSAH/DF-1), y el sistema demostró ser escalable para la producción de tejidos de tamaño centimétrico y calidad homogénea. Además de su uso en la industria alimentaria, los desarrolladores prevén posibles aplicaciones en medicina regenerativa y robótica blanda.
Aunque la carne cultivada representa una alternativa más sostenible y ética frente a la ganadería tradicional, pues reduce el consumo de recursos y la emisión de gases de efecto invernadero, estudios recientes advierten que los costes ocultos aún podrían hacerla más costosa que la carne convencional. Los autores del estudio reconocen que antes de su comercialización masiva persisten desafíos técnicos, normativos y de aceptación cultural entre los consumidores.
Investigadores de la Universidad de Tokio, liderados por Shoji Takeuchi y Minghao Nie, han dado un paso decisivo en la producción de carne cultivada al conseguir fabricar porciones de carne de pollo de 10 gramos utilizando células de fibroblastos de pollo y un avanzado sistema de fibras huecas. Este sistema incorpora más de 1,000 fibras huecas, similares a los vasos sanguíneos, ensambladas con ayuda robótica, para asegurar la entrega uniforme de nutrientes y oxígeno a cada célula.
Hasta ahora, la carne cultivada se limitaba a tiras delgadas de menos de un milímetro, pero esta nueva tecnología permitió obtener piezas de hasta 2 centímetros de largo y 1 centímetro de grosor con mejor textura y mayor contenido proteico, atributos verificados mediante análisis de marcadores de proteínas y formación de sarcómeros en el tejido muscular.
Las fibras huecas, comúnmente empleadas en filtros de agua y equipos de diálisis, funcionaron como canales internos para la perfusión de nutrientes y oxígeno, solucionando el problema de abastecimiento en tejidos de mayor espesor. El bioreactor diseñado, descrito en la revista Trends in Biotechnology, utiliza fibras semipermeables para evitar fugas, anclajes microfabricados que mejoran la alineación celular y una perfusión activa que optimiza la maduración del tejido.
El proceso permitió obtener carne de pollo a partir de una línea celular inmortalizada (UMNSAH/DF-1), y el sistema demostró ser escalable para la producción de tejidos de tamaño centimétrico y calidad homogénea. Además de su uso en la industria alimentaria, los desarrolladores prevén posibles aplicaciones en medicina regenerativa y robótica blanda.
Aunque la carne cultivada representa una alternativa más sostenible y ética frente a la ganadería tradicional, pues reduce el consumo de recursos y la emisión de gases de efecto invernadero, estudios recientes advierten que los costes ocultos aún podrían hacerla más costosa que la carne convencional. Los autores del estudio reconocen que antes de su comercialización masiva persisten desafíos técnicos, normativos y de aceptación cultural entre los consumidores.