Las montañas Gamburtsev, ubicadas en el centro de la Antártida Oriental, permanecen ocultas bajo una capa de hielo de hasta 3.1 kilómetros de profundidad. Esta cadena montañosa se extiende a lo largo de aproximadamente 1,200 kilómetros y alcanza altitudes máximas de 3,400 metros, dimensiones comparables a las más grandes del planeta.
Su origen se remonta a más de 500 millones de años atrás, durante la era de formación del supercontinente Gondwana, que agrupaba a los actuales continentes de África, América del Sur, Australia, India y la Antártida. Fueron resultado de la colisión de placas tectónicas; este proceso elevó y arrugó la corteza terrestre, volviéndose posteriormente inestable al engrosarse y calentarse, lo que derivó en un colapso gravitacional conocido como “expansión gravitacional”, desplazando rocas calientes lateralmente.
La primera detección de la existencia de estas montañas fue realizada en 1958 por una expedición soviética mediante métodos sísmicos. Recientes investigaciones han analizado granos de zircon encontrados en areniscas dejadas por antiguos ríos que fluyeron desde la cordillera hace más de 250 millones de años. Debido a su contenido de uranio, estos minerales permiten fechar con precisión los eventos geológicos, revelando que el levantamiento de las montañas inició hace unos 650 millones de años y que llegaron a alturas similares a las del Himalaya hace unos 580 millones de años. El colapso profundo de la corteza, vinculado a su historia tectónica, concluyó cerca de hace 500 millones de años.
El hecho de que las Gamburtsev hayan permanecido preservadas debajo de la capa de hielo las convierte en uno de los sistemas montañosos antiguos mejor conservados del mundo. Su estudio proporciona información crucial sobre la evolución y dinámica de las montañas y los continentes, así como sobre la estabilidad del interior de la Antártida a lo largo de cientos de millones de años.
La comprensión de la geología de esta región es especialmente relevante para anticipar la respuesta de la capa de hielo de la Antártida frente al cambio climático, con implicaciones directas para el nivel global del mar. Además, la presencia de extensas llanuras de sedimentos húmedos bajo el hielo es clave para entender el comportamiento y el movimiento de la masa helada, datos fundamentales en la modelización de los cambios futuros del continente antártico.