Ciencia

Persistencia del Agujero de Ozono en la Antártida Amenaza a Pingüinos y Focas con Radiación UV

Un creciente cuerpo de investigaciones destaca cómo el agujero prolongado en la capa de ozono sobre la Antártida expone a los cachorros de foca y a los polluelos de pingüino a niveles peligrosos de radiación ultravioleta, poniendo en riesgo su supervivencia y desarrollo durante la crucial temporada de cría.

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Persistencia del Agujero de Ozono en la Antártida Amenaza a Pingüinos y Focas con Radiación UV

Un creciente cuerpo de investigaciones destaca cómo el agujero prolongado en la capa de ozono sobre la Antártida expone a los cachorros de foca y a los polluelos de pingüino a niveles peligrosos de radiación ultravioleta, poniendo en riesgo su supervivencia y desarrollo durante la crucial temporada de cría.

"Estamos viendo cambios sin precedentes en el comportamiento atmosférico que podrían amenazar la recuperación del ozono y exacerbados por el cambio climático"

- Sharon Robinson, Profesora Distinguida y Directora Adjunta de ARC Securing Antarctica's Environmental Future (SAEF), Universidad de Wollongong.

26/4/2024

Investigaciones recientes han mostrado una tendencia alarmante en la que el agujero de ozono sobre la Antártida no solo persiste sino que se prolonga más allá de su período habitual, extendiéndose hasta bien entrado diciembre, coincidiendo con la temporada de cría de especies como las focas elefantes y los pingüinos. Este fenómeno, que antes se limitaba principalmente a los meses de primavera, ahora afecta significativamente a los ecosistemas durante el verano austral, una época crítica para la reproducción y el desarrollo de plantas y animales jóvenes.

La capa de ozono, que tradicionalmente ha protegido a la Tierra de la radiación ultravioleta perjudicial, ha sufrido daños extensos en las últimas décadas debido al uso de productos químicos como los clorofluorocarbonos (CFC). Aunque su uso ha sido ampliamente prohibido, las consecuencias de su larga vida útil continúan afectando la atmósfera. La persistencia del agujero de ozono ha resultado en duplicaciones del índice UV, alcanzando niveles que rara vez se observan en regiones polares, lo que podría tener efectos nocivos sobre la fauna local.

Por ejemplo, aunque los pingüinos y las focas cuentan con protecciones naturales contra el frío y, en cierto grado, contra la radiación UV, sus crías son mucho más vulnerables. Estudios sugieren que la exposición aumentada a la radiación UV puede resultar en tasas más altas de mortalidad infantil, además de posibles efectos a largo plazo en la capacidad de estas especies para reproducirse y sobrevivir en condiciones cambiantes.

Además, la reducción de la cobertura de hielo marino, otro efecto notable del cambio climático, ha disminuido las áreas seguras donde estas especies pueden refugiarse, exponiéndolas aún más a los peligros de la radiación UV. Esta situación es particularmente crítica para organismos como el fitoplancton y el krill, fundamentales en la cadena alimenticia antártica, que también sufren bajo estas nuevas condiciones ambientales al tener que adaptar sus ciclos de vida a la mayor presencia de luz ultravioleta.

Algo Curioso
Los musgos antárticos, como el Bryum argenteum, han desarrollado una capacidad notable para producir compuestos que funcionan como un "protector solar biológico", lo que les permite sobrevivir en condiciones de alta radiación UV.

Impacto del Cambio Climático en la Capa de Ozono y la Vida Silvestre Antártica

La intensificación de los agujeros de ozono se ha asociado con eventos climáticos y ambientales significativos, como los incendios forestales en Australia durante 2019-2020 y la gran erupción volcánica submarina en Tonga. Estos eventos han contribuido a una mayor concentración de partículas en la estratosfera, que, al interactuar químicamente, aceleran la destrucción del ozono. Esta serie de eventos, junto con tres años consecutivos de La Niña, han modificado las condiciones atmosféricas de manera que el agujero de ozono no solo se ha mantenido abierto más tiempo, sino que también ha alcanzado dimensiones considerablemente grandes.

El impacto de la radiación UV extendida no se limita solo a los efectos directos sobre la fauna, sino que también repercute en la flora de la Antártida. Plantas como el pasto antártico (Deschampsia antarctica) y el cojín antártico (Colobanthus quitensis) emergen de la nieve en primavera, enfrentándose a los niveles máximos de radiación UV. Estas plantas han desarrollado mecanismos bioquímicos, como la producción de aminoácidos de microsporina, para protegerse de la radiación UV, lo cual, sin embargo, tiene un costo energético significativo que ralentiza su crecimiento.

Este efecto cascada se extiende más allá de la flora a las redes tróficas marinas. La radiación UV aumentada afecta la viabilidad y desarrollo de los huevos de peces, que a menudo contienen melanina como protección, aunque no todos los estadios de vida de los peces están igualmente protegidos. Esto plantea un riesgo no solo para los peces sino para toda la biodiversidad marina que depende de ellos, incluyendo a especies depredadoras como focas y pingüinos.

La consecuencia más significativa de estos cambios es la reducción de la extensión del hielo marino, que ha disminuido en cuatro de los últimos cinco años. Menos hielo marino significa que más luz UV puede penetrar en el océano, afectando adversamente a especies fundamentales como el fitoplancton y el krill antártico. Estos organismos, cruciales en la base de la cadena alimenticia, experimentan reducciones en sus poblaciones, lo que desencadena un efecto dominó que afecta a toda la cadena alimenticia hasta llegar a los depredadores superiores.

Eventos Globales y su Efecto en la Persistencia del Agujero de Ozono

En el contexto actual, los expertos están observando de cerca la correlación entre las actividades humanas y la persistencia de los agujeros de ozono. La influencia humana, especialmente a través de propuestas de geoingeniería como la inyección de sulfatos en la atmósfera para reflejar la luz solar, junto con el aumento en la frecuencia de los lanzamientos de cohetes, podría tener efectos adversos aún no completamente entendidos sobre la capa de ozono. Estas actividades, pensadas para mitigar algunos efectos del cambio climático, podrían en realidad estar exacerbando otros problemas ambientales, como la degradación del ozono.

La situación se ve agravada por el aumento de las temperaturas globales y la mayor frecuencia e intensidad de los incendios forestales, factores que se han identificado como contribuyentes significativos a la destrucción del ozono. El cambio climático no solo afecta la temperatura del aire y del agua, sino que también altera los patrones de circulación atmosférica y oceánica, lo que puede tener impactos profundos en la recuperación del ozono.

"Estamos viendo cambios sin precedentes en el comportamiento atmosférico que podrían amenazar la recuperación del ozono y exacerbados por el cambio climático"

- Sharon Robinson, Profesora Distinguida y Directora Adjunta de ARC Securing Antarctica's Environmental Future (SAEF), Universidad de Wollongong.

Apr 26, 2024
Colglobal News

Investigaciones recientes han mostrado una tendencia alarmante en la que el agujero de ozono sobre la Antártida no solo persiste sino que se prolonga más allá de su período habitual, extendiéndose hasta bien entrado diciembre, coincidiendo con la temporada de cría de especies como las focas elefantes y los pingüinos. Este fenómeno, que antes se limitaba principalmente a los meses de primavera, ahora afecta significativamente a los ecosistemas durante el verano austral, una época crítica para la reproducción y el desarrollo de plantas y animales jóvenes.

La capa de ozono, que tradicionalmente ha protegido a la Tierra de la radiación ultravioleta perjudicial, ha sufrido daños extensos en las últimas décadas debido al uso de productos químicos como los clorofluorocarbonos (CFC). Aunque su uso ha sido ampliamente prohibido, las consecuencias de su larga vida útil continúan afectando la atmósfera. La persistencia del agujero de ozono ha resultado en duplicaciones del índice UV, alcanzando niveles que rara vez se observan en regiones polares, lo que podría tener efectos nocivos sobre la fauna local.

Por ejemplo, aunque los pingüinos y las focas cuentan con protecciones naturales contra el frío y, en cierto grado, contra la radiación UV, sus crías son mucho más vulnerables. Estudios sugieren que la exposición aumentada a la radiación UV puede resultar en tasas más altas de mortalidad infantil, además de posibles efectos a largo plazo en la capacidad de estas especies para reproducirse y sobrevivir en condiciones cambiantes.

Además, la reducción de la cobertura de hielo marino, otro efecto notable del cambio climático, ha disminuido las áreas seguras donde estas especies pueden refugiarse, exponiéndolas aún más a los peligros de la radiación UV. Esta situación es particularmente crítica para organismos como el fitoplancton y el krill, fundamentales en la cadena alimenticia antártica, que también sufren bajo estas nuevas condiciones ambientales al tener que adaptar sus ciclos de vida a la mayor presencia de luz ultravioleta.

Investigaciones recientes han mostrado una tendencia alarmante en la que el agujero de ozono sobre la Antártida no solo persiste sino que se prolonga más allá de su período habitual, extendiéndose hasta bien entrado diciembre, coincidiendo con la temporada de cría de especies como las focas elefantes y los pingüinos. Este fenómeno, que antes se limitaba principalmente a los meses de primavera, ahora afecta significativamente a los ecosistemas durante el verano austral, una época crítica para la reproducción y el desarrollo de plantas y animales jóvenes.

La capa de ozono, que tradicionalmente ha protegido a la Tierra de la radiación ultravioleta perjudicial, ha sufrido daños extensos en las últimas décadas debido al uso de productos químicos como los clorofluorocarbonos (CFC). Aunque su uso ha sido ampliamente prohibido, las consecuencias de su larga vida útil continúan afectando la atmósfera. La persistencia del agujero de ozono ha resultado en duplicaciones del índice UV, alcanzando niveles que rara vez se observan en regiones polares, lo que podría tener efectos nocivos sobre la fauna local.

Por ejemplo, aunque los pingüinos y las focas cuentan con protecciones naturales contra el frío y, en cierto grado, contra la radiación UV, sus crías son mucho más vulnerables. Estudios sugieren que la exposición aumentada a la radiación UV puede resultar en tasas más altas de mortalidad infantil, además de posibles efectos a largo plazo en la capacidad de estas especies para reproducirse y sobrevivir en condiciones cambiantes.

Además, la reducción de la cobertura de hielo marino, otro efecto notable del cambio climático, ha disminuido las áreas seguras donde estas especies pueden refugiarse, exponiéndolas aún más a los peligros de la radiación UV. Esta situación es particularmente crítica para organismos como el fitoplancton y el krill, fundamentales en la cadena alimenticia antártica, que también sufren bajo estas nuevas condiciones ambientales al tener que adaptar sus ciclos de vida a la mayor presencia de luz ultravioleta.

Algo Curioso
Los musgos antárticos, como el Bryum argenteum, han desarrollado una capacidad notable para producir compuestos que funcionan como un "protector solar biológico", lo que les permite sobrevivir en condiciones de alta radiación UV.

Impacto del Cambio Climático en la Capa de Ozono y la Vida Silvestre Antártica

La intensificación de los agujeros de ozono se ha asociado con eventos climáticos y ambientales significativos, como los incendios forestales en Australia durante 2019-2020 y la gran erupción volcánica submarina en Tonga. Estos eventos han contribuido a una mayor concentración de partículas en la estratosfera, que, al interactuar químicamente, aceleran la destrucción del ozono. Esta serie de eventos, junto con tres años consecutivos de La Niña, han modificado las condiciones atmosféricas de manera que el agujero de ozono no solo se ha mantenido abierto más tiempo, sino que también ha alcanzado dimensiones considerablemente grandes.

El impacto de la radiación UV extendida no se limita solo a los efectos directos sobre la fauna, sino que también repercute en la flora de la Antártida. Plantas como el pasto antártico (Deschampsia antarctica) y el cojín antártico (Colobanthus quitensis) emergen de la nieve en primavera, enfrentándose a los niveles máximos de radiación UV. Estas plantas han desarrollado mecanismos bioquímicos, como la producción de aminoácidos de microsporina, para protegerse de la radiación UV, lo cual, sin embargo, tiene un costo energético significativo que ralentiza su crecimiento.

Este efecto cascada se extiende más allá de la flora a las redes tróficas marinas. La radiación UV aumentada afecta la viabilidad y desarrollo de los huevos de peces, que a menudo contienen melanina como protección, aunque no todos los estadios de vida de los peces están igualmente protegidos. Esto plantea un riesgo no solo para los peces sino para toda la biodiversidad marina que depende de ellos, incluyendo a especies depredadoras como focas y pingüinos.

La consecuencia más significativa de estos cambios es la reducción de la extensión del hielo marino, que ha disminuido en cuatro de los últimos cinco años. Menos hielo marino significa que más luz UV puede penetrar en el océano, afectando adversamente a especies fundamentales como el fitoplancton y el krill antártico. Estos organismos, cruciales en la base de la cadena alimenticia, experimentan reducciones en sus poblaciones, lo que desencadena un efecto dominó que afecta a toda la cadena alimenticia hasta llegar a los depredadores superiores.

Eventos Globales y su Efecto en la Persistencia del Agujero de Ozono

En el contexto actual, los expertos están observando de cerca la correlación entre las actividades humanas y la persistencia de los agujeros de ozono. La influencia humana, especialmente a través de propuestas de geoingeniería como la inyección de sulfatos en la atmósfera para reflejar la luz solar, junto con el aumento en la frecuencia de los lanzamientos de cohetes, podría tener efectos adversos aún no completamente entendidos sobre la capa de ozono. Estas actividades, pensadas para mitigar algunos efectos del cambio climático, podrían en realidad estar exacerbando otros problemas ambientales, como la degradación del ozono.

La situación se ve agravada por el aumento de las temperaturas globales y la mayor frecuencia e intensidad de los incendios forestales, factores que se han identificado como contribuyentes significativos a la destrucción del ozono. El cambio climático no solo afecta la temperatura del aire y del agua, sino que también altera los patrones de circulación atmosférica y oceánica, lo que puede tener impactos profundos en la recuperación del ozono.

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