El análisis de los procesos oníricos y los factores que influyen en recordar los sueños han sido el centro de un detallado estudio desarrollado entre 2020 y 2024, cuyos hallazgos se publicaron recientemente en la revista científica Communications Psychology. Con una muestra de 217 hombres y mujeres, cuyas edades oscilan entre 18 y 70 años, los investigadores llevaron a cabo evaluaciones psicométricas, cognitivas y electroencefalográficas, además de registros diarios de sueños y monitoreo del sueño mediante dispositivos especializados.
Valentina Elce, destacada neurocientífica de la Escuela de Estudios Avanzados IMT en Lucca, Italia, afirmó que aunque no se comprende completamente cómo el cerebro produce experiencias oníricas, esta investigación proporciona conocimiento valioso sobre los factores individuales que influyen en el recuerdo de los sueños. Uno de los hallazgos más relevantes señala que la "interferencia cognitiva", causada por estímulos externos durante el despertar, dificulta la tarea de recordar lo soñado. Apagar la alarma, mirar el reloj o prepararse con prisa para el día representan obstáculos equiparables a tratar de escuchar un susurro entre una multitud ruidosa, según explicó Elce.
Otro factor importante es el interés personal hacia los sueños. Aquellas personas que otorgan significado a sus experiencias oníricas y practican estrategias como llevar un diario para registrar sus sueños tienden a recordar con mayor facilidad su contenido. Del mismo modo, los individuos con una inclinación hacia la divagación mental —aquellos que reflexionan o tienen pensamientos internos constantes— registraron una mayor capacidad de retención de sueños.
La investigación también considera la influencia de los patrones de sueño sobre el recuerdo onírico. Los despertares durante la fase REM, en la que la actividad cerebral alcanza niveles altos y predominan las imágenes vívidas, están estrechamente vinculados a una mejor retención de los sueños. Por otro lado, el sueño profundo, dominado por ondas cerebrales lentas, tiende a interferir en el proceso de codificación de la memoria, lo que dificulta recordar las vivencias oníricas. Según Elce, si un sueño no se registra adecuadamente antes del despertar, puede ser olvidado rápidamente.
Impactos como la edad también fueron factores relevantes en el estudio. Aunque el envejecimiento no afecta directamente la capacidad de soñar, sí limita la capacidad de recordar sueños debido a la disminución natural de la memoria y la concentración que ocurre con los años. En cuanto a las estaciones, el estudio detectó que el recuerdo de sueños era menos frecuente durante el invierno en comparación con la primavera y el otoño. Investigaciones previas de 2024 han señalado que el sueño más prolongado y profundo en los meses de invierno podría reducir la probabilidad de despertarse en la fase REM, lo que afecta la capacidad de memoria para los sueños.
El debate sobre la finalidad de los sueños permanece abierto a nivel científico, pero los investigadores destacan posibles beneficios de recordarlos, como el manejo emocional, el procesamiento de miedos y la resolución de problemas. Además, se sugiere que los recuerdos oníricos podrían tener un valor adaptativo, permitiendo ensayar respuestas ante posibles desafíos y peligros en un entorno seguro. Sin embargo, la pregunta fundamental de por qué soñamos continúa siendo un enigma pendiente en la neurociencia.
El recuerdo de los sueños no siempre es constante y puede variar en función de cambios estacionales. En invierno, con días más cortos y noches más largas, el sueño suele ser más profundo, lo que disminuye las interrupciones en la fase REM, reduciendo la posibilidad de recordar los sueños.