La genética tras los ojos azules ha sido objeto de análisis científico durante décadas, y un descubrimiento de 2008 encabezado por Hans Eiberg, investigador de la Universidad de Copenhague, sugiere un fascinante vínculo evolutivo que conecta a las personas de esta característica ocular. Eiberg y su equipo identificaron una mutación genética específica en el gen OCA2 que, al alterar el proceso de producción de melanina, permitió la aparición de los ojos azules a partir de un único ancestro común que habría vivido en algún punto entre hace 6,000 y 10,000 años.
El elemento clave radica en que esta mutación se asocia directamente con el gen HERC2, el cual ejerce un rol regulador sobre OCA2, disminuyendo su actividad y reduciendo la cantidad de melanina presente en el iris. Esta reducción es responsable de diluir el color marrón natural del ojo, dando paso a tonalidades azules. Según el estudio, la existencia de un “interruptor” genético en un área específica del ADN compartida por todos los individuos con ojos azules confirma la hipótesis de un origen común.
El estudio también destaca que aproximadamente el 10% de la población mundial tiene ojos azules, siendo más prevalente en regiones escandinavas. Este patrón de distribución se explica, en parte, por la expansión de la mutación durante el período neolítico en Europa, cuando las poblaciones humanas comenzaron a dispersarse ampliamente.
Eiberg aclara que la diferencia entre ojos azules y marrones es mínima y yace únicamente en la cantidad de melanina presente, sin mayores variaciones estructurales en el iris. En comparación, los ojos verdes, que son menos comunes que los azules, poseen niveles intermedios de pigmentación. Cabe recordar que la pigmentación no solo determina el color de los ojos, sino también el tono de la piel y el cabello.
Aunque el descubrimiento principal se consolidó en 2008, los cimientos para este estudio se remontan a investigaciones previas iniciadas por Eiberg en 1996. Este avance científico ha ayudado a profundizar en el conocimiento sobre la genética y evolución humana, permitiendo rastrear la historia genética de características físicas específicas.
Los ojos azules son más sensibles a la luz solar intensa debido a la menor cantidad de melanina en el iris, una característica que podría haber ofrecido ventajas en los días más cortos y menos luminosos de las regiones nórdicas.