El cemento es uno de los materiales más utilizados globalmente, aunque su producción resulta en aproximadamente un kilogramo de dióxido de carbono emitido por cada kilogramo fabricado, principalmente por la quema de combustibles fósiles y la calcinación de piedra caliza. Para abordar este impacto, el equipo de la Universidad de Washington y Microsoft incorporó polvo de Ulva, un alga marina conocida por su capacidad de absorber CO2 durante su crecimiento.
Al añadir un 5% de alga en peso a la mezcla, se consiguió una reducción significativa en la huella de carbono del cemento, logrando que el nuevo material presente un potencial de calentamiento global un 21% menor respecto a la variante tradicional. El cemento resultante mantiene la resistencia estructural, lo que lo hace viable para aplicaciones en la industria de la construcción.
El equipo empleó modelos de aprendizaje automático para optimizar las mezclas de cemento con alga, lo que permitió recortar el tiempo de desarrollo estimado de cinco años a solo 28 días. Esta metodología facilitó la identificación de composiciones viables para su posterior validación experimental en laboratorio.
La investigación, publicada en la revista Matter, resalta la influencia de la composición y estructura de las algas en el rendimiento del cemento. Se plantea la posibilidad de ampliar la iniciativa, utilizando otras especies de algas marinas o incluso residuos alimentarios locales, con vistas a desarrollar alternativas de cemento sustentables adaptadas a distintas regiones.
El estudio además cita investigaciones paralelas sobre bloques, paneles y otros materiales de construcción ecológicos hechos a partir de algas, subrayando el potencial de estos organismos como materia prima sostenible en la industria de la edificación.