La crisis de hambre en Etiopía ha alcanzado proporciones alarmantes, con informes recientes indicando que casi 400 personas han muerto de inanición en las regiones de Tigray y Amhara en los últimos meses. Esta situación, que ha sido reconocida por el defensor del pueblo nacional de Etiopía, revela la magnitud del desastre humanitario que se está desarrollando en el país.
En Tigray, la sequía y los efectos residuales de una guerra civil devastadora han dejado a la población en una desesperación profunda. Los almacenes de granos están vacíos, y familias enteras dependen de recolectar bayas silvestres para sobrevivir. La agricultura, columna vertebral de la economía local, ha sido aniquilada por la falta de lluvias y el conflicto, dejando a los agricultores sin cosechas y sin medios para sustentar a sus familias.
El gobierno federal de Etiopía, a pesar de los informes de muertes por hambre, ha minimizado la gravedad de la crisis, insistiendo en que se están tomando medidas para mitigar el hambre. Sin embargo, la ayuda humanitaria ha sido insuficiente y, en muchos casos, obstaculizada por problemas logísticos y acusaciones de desvío de alimentos destinados a los más necesitados.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la situación en Etiopía, con llamados a una acción urgente para prevenir una catástrofe humanitaria de mayor escala. La suspensión temporal de la ayuda alimentaria por parte de organizaciones internacionales, debido a investigaciones sobre el robo de granos, solo ha agravado la crisis, dejando a millones en riesgo de hambruna.