La Plaza de San Pedro y las calles de Roma congregaron a cerca de 400,000 personas durante el funeral del Papa Francisco, de las cuales 250,000 se ubicaron en la plaza y otras 150,000 siguieron el cortejo fúnebre a lo largo de un trayecto de seis kilómetros por la capital italiana. A nivel internacional, 146 países estuvieron representados por delegaciones oficiales, entre ellos 50 jefes de Estado y de Gobierno y 10 monarcas. Entre los asistentes destacaron el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el expresidente estadounidense Joe Biden; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Javier Milei, presidente de Argentina; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; y Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania.
La misa funeral fue concelebrada por 220 cardenales, 750 obispos y más de 4,000 sacerdotes, en una ceremonia que se extendió durante 90 minutos bajo cielos despejados. El acto litúrgico estuvo presidido por el cardenal Giovanni Battista Re, quien subrayó la labor del pontífice en favor de la paz y la atención a los inmigrantes, así como su llamado a la unidad y la solidaridad entre los pueblos.
En materia de seguridad y organización, el evento requirió el despliegue de 4,000 agentes y 4,000 voluntarios, dada la magnitud de asistentes y la presencia de personalidades globales. La circulación en Roma fue afectada por las múltiples caravanas de vehículos oficiales, lo que provocó la paralización del tráfico en varias zonas de la ciudad.
El cortejo fúnebre comenzó a las 12:26 horas, con el féretro trasladado en un papamóvil adaptado desde la Plaza de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor. La ruta incluyó paradas delante de monumentos emblema como el Coliseo y los Foros Imperiales, recibiendo muestras de respeto y aplausos de la multitud concentrada a lo largo del itinerario.
El funeral tuvo un costo estimado de 1.5 millones de euros, una cifra significativamente menor en comparación con los 5 millones de euros que alcanzó el funeral de Juan Pablo II en 2005, conforme a un criterio de austeridad solicitado por el propio Papa Francisco en vida.
La capilla ardiente estuvo abierta durante tres días en la Basílica de San Pedro, permitiendo el acceso de 250,000 personas que se acercaron a despedir al pontífice. Finalmente, Francisco fue inhumado en un pequeño nicho de la Basílica de Santa María la Mayor. Su tumba, a petición expresa, no cuenta con ornamentación y lleva únicamente su nombre papal en latín: Franciscus.
El funeral del Papa Francisco constituyó un hecho de trascendencia no sólo religiosa, sino también política y social, dada la diversidad de representantes presentes y la organización requerida en la capital italiana. La ceremonia estuvo marcada por el eco del mensaje central del pontífice en favor del entendimiento, la paz y la justicia social.